Nocilla

Estaba dándole vueltas a la cabeza, pensando en contaros cosas de mis primeros días en esta empresa.
La primera cárcel en la que trabajé era un edificio impresionante, casi centenario. Parecía que el arquitecto responsable de su estructura fuese a la vez el dueño de la cantera local, tal era la cantidad de roca usada en sus muros, y a la vez accionista de la herreria del pueblo, por la cantidad y calidad de los forjados tipo art-decò que formaban pasillos y escaleras interiores. En el interior del edificio principal, y en cada una de las dos alas que lo formaban, se elevaban tres plantas de galerías formadas por dos pasillos laterales cada una con un vano central, que dejaba diáfano el espacio hasta el tejado, más de veinte metros por encima de mi cabeza. El entorno ideal, pensé con aprensión la primera vez que entré, para una lluvia de rollos de papel del culo en llamas, al grito de 'CARNE FRESCAAAA!!. Lo que todos hemos visto en mil películas ,vaya.
Pero las cosas no son así, claro. Enfrentados al hecho de que sólo se reparte un rollo de papel higiénico por interno y mes, y ante la dura realidad de tener que limpiarse el culo con la mano durante semanas, el pragmatismo se acaba imponiendo entre la población reclusa y acaba con la creatividad. Los gritos de 'carne fresca' y 'perras' si que se oyen de vez en cuando, porque son gratis. Supongo.
 El caso es que una idea me ha llevado a otra, y me he acordado de Villaza. Villaza era un interno con el que coincidí hace algún tiempo. Era como un niño encerrado en el cuerpo de un jugador de baloncesto. Un niño no muy listo y bastante malcriado, ya que estamos.
No es que fuera malo, ni tonto tampoco. Creo que lo que le pasaba es que era un inadaptado. Un misfit, oiga. De alguna manera, su cabeza le hacía creer que estaba en un colegio,  que los funcionarios éramos los 'profes', y los otros internos sus 'compis'. Que diréis que no hay nada de malo, que es una actitud positiva. Bueno, en parte sí. Pero poneos en situación: Estás en el patio de una cárcel. Con más de cien criminales. Eres el guardia. Estás un poquito tenso. Y de repente alguien, por sorpresa, te da una fuerte palmada en la espalda gritando '¡QUE PAAAAASA!'-.
 Pues hay quien reacciona mal. Y lanza un codazo para atrás, como en los videojuegos de combate. De resultas de esos juegos, Villaza se llevó varios codazos en el hígado. No se llevó más porque, como ya he dicho, medía sus dos metros, y la mayoría de funcionarios no medimos eso. Con lo que algún codazo que iba para el hígado le acabó alcanzando en los huevos.

Lo que no podemos olvidar  es que a nosotros nos pagan para aguantar a esta gente. Pero a los internos no. Y si ya bastante jodido es estar privado de tu libertad, aguantar a un niño grande que se cree que está en el recreo del 'cole' no ayuda. Y cuando las bromas de esconderle a la gente sus cosas de ducha, o mangarles un pitillo, o ponerse a cantar detrás de uno mientras intenta hablar por teléfono sobrepasaron un cierto límite, pues el KIE del patio decidió tomar cartas en el asunto.
En aquel momento el malote del patio era Encinas, un atracador con un diente de oro que alumbraba toda la avenida. Supongo que atacaría a sus víctimas por la espalda. Porque era tan evidente que Encinas era un delincuente que no creo que nadie que se lo encontrase de frente una noche en la calle lo dejara acercarse a menos de cien metros sin salir pitando. Total. Que un tarde vimos a Villaza entrar al gimnasio, dejando su mochila sola en una estantería y una hora después, en la cena, Encinas y cuatro coleguitas suyos estaban retorciéndose literalmente en el suelo de la risa. La verdad la supieron los compañeros que hacían el turno de noche, cuando a las dos de la mañana  una voz anónima gritó desde una celda:
-¡VILLAZA, EL QUE SE TE HA CAGAO EN LA MOCHILA FUE ENCINAS!-. No mentía.
A la mañana siguiente, inmediatamente después de la apertura de celdas, Villaza bajó al patio con la mano abierta, dispuesto a repartir bofetones. No necesitó empezar a hacerlo para llevarse cuatro.
 Eso sí, demostró cierto carácter. Cuando le estaban curando la nariz en enfermería y le preguntamos quién le había hecho eso, nos dijo;
-Nadie. He tropezado y me he caído.-
-Vaya,- le respondí- tiene que ser jodido caerse desde tan arriba.-
Poco después, Villaza pidió el cambio a otro Centro Penitenciario. Se ve que las materias que se impartían en nuestro campus no eran de su agrado.

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