Ladrón de Guante Blanco II



      - ¿Y qué atracaste, si no es mucho preguntar?.- Eutimio contestó rápidamente.
     - Un banco, funcionario. Bueno, en realidad... Unos cuantos. Y eso que he tenido suerte y de muchos no me han pillao.- Estaba orgulloso, y se le notaba. Muy probablemente, esos atracos exitosos habían sido la única ocasión que había tenido en su vida de saborear algo parecido a un triunfo. Y lo cierto es que si le das una vuelta al tema, mucha gente que  consideraría a Eutimio un deshecho humano, morirá sin haber vivido esa sensación de éxito. Aunque pensándolo mejor, posiblemente cuando reunía el coraje para atracar una sucursal de la Caja Rural, Eutimio estaba, o demasiado drogado, o desesperado por el mono como para disfrutar de la excitación del momento.

  - ¿Así que de muchos no te han pillado?- Con frecuentes intervalos, mi interlocutor se quedaba en silencio mirando al vacío sin causa aparente, y se hacía necesario sacarlo de su ensimismamiento. Salió de su trance con un súbito movimiento de cabeza.

  - Sii. De muchos.- Eutimio estaba haciendo memoria. Casi podrías oír funcionar los engranajes de su cerebro. Les faltaba engrase. - De todos los que hice en moto, no me pillaron en ninguno.
  - ¿Se te da bien conducir motos?. Me resultaba difícil de creer, aunque sólo fuese porque no creo que le llegase con los pies al suelo si se subía en algo mayor que un triciclo. Pero quién sabe. Los grandes pilotos suelen ser de baja estatura...
    - No... De muchos de los que hice en coche no me cogieron tampoco en el momento, pero luego me reconocieron los testigos, y las cámaras de los cojones. Con la moto no me pasaba. La moto me daba suerte.- La luz de una idea comenzó a abrirse paso en la oscuridad de mi mente.
  - Eutimio... ¿Te quitabas el casco para entrar en el banco?.- Mi interlocutor dudó, como siempre, antes de contestar. No fuera a ser que le estuviese sonsacando, o vete tu a saber que peregrino razonamiento atravesó su cabeza. - No...- Acabó por contestar, con un hilo de voz.
  - Pues puede que ahí esté la clave, ¿no?.- Concluí, no sin cierto orgullo. Eutimio no lo pilló.
  - ¿La clave de qué, funcionario?.-
  - De por qué no te reconocieron los testigos, ¿no?. Por el casco. Porque seguro que para el resto de atracos, no te ponías pasamontañas.- A Eutimio se le iluminó la cara. Finalmente, había entendido por donde iba yo.
  -No, bueno, no me tapaba la cara. Pero me disfrazaba de otras maneras. Ponía acento argentino, usaba una pistola diferente en cada atraco, para variar el 'modus operandi'.- Un inciso. No soy abogado, pero creo que lo de variar el modus operandi es otra cosa. Aunque ahora que se había lanzado, no me pareció oportuno interrumpirlo con tecnicismos.

  Poco a poco, a medida que hablaba, fue perdiendo timidez y su voz se volvió más firme. Sus ojos parecieron empezar a brillar, y desde luego sus pupilas se dilataron visiblemente. Algo le estaba haciendo efecto. Deseé de corazón que fuese algo que le hubiera dado el médico. Pero ya llegados a esas alturas, no tenía sentido preguntar.
 En unos minutos, y contrastando con la lentitud de sus declaraciones anteriores, me enteré de cómo atracó un banco en un pueblo de la provincia de Burgos,
  - en el que no había estado en mi vida. Tuve que preguntarle a tres o cuatro personas que me fui encontrando por la calle donde estaba la sucursal. La suerte era que el pueblo estaba así como en una colina, y el banco y la plaza mayor estaba en lo más alto. Así que me dije ' bueno, al menos para huir con el coche, sólo tengo que intentar ir siempre cuesta abajo. Y funcionó. Lo malo - añadió, taciturno- es que  cuando al final me cogieron,  me reconocieron todos los tipos a los que le había preguntado la dirección.-

  - Bueno, no se puede estar en todo.- Tercié. Eutimio asintió en silencio. Un par de metros detrás de él, un interno enjuto y de piel olivácea se sentó en un banco e introdujo un Cd en un reproductor musical. Llevaba la cremallera del chándal bajada lo justo como para que dos o tras cadenas de oro centellearan libremente al sol.
  'Rumba', dije para mis adentros, apostándome a mí mismo un café si acertaba el género musical del disco que se disponía a compartir con nosotros. No fallé.
    -Y también estoy pendiente de que me baje un secuestro, que va a ser una ruina más grande. Dejé inconsciente a un tío para quitarle la recaudación de unas tragaperras, y lo metí en el maletero de su coche para ir hasta su casa a robarle lo que tuviera allí.- Resultaba difícil de creer, a no ser que el que la víctima fuese David el Gnomo. Y ni aún así. David el Gnomo era siete veces más fuerte que tu. Había que salir de dudas.
  - Oye, y ¿con qué lo redujiste, si me lo puedes decir?- Eutimio sonrió, ufano.
  - Con un bote de Aquarius metido en un calcetín.-
  - Que elegante.- Eutimio se rió, por primera vez en media hora. A sus espaldas, la música de  'Los Amaya' me conminaba a irme. Aproveché la ocasión para cortar la conversación e ir a por ese café que me había ganado.

  - Bueno Eutimio, otro día me lo cuentas, que los de la radio me dicen que me vaya.-
Eutimio siguió riendo, a carcajadas ahora. Definitivamente, algo le había hecho efecto.
 

 

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