Portero de Noche

  Hasta hace no muchos años a nuestra profesión accedían hombres y mujeres de forma separada. De hecho, existía una escala masculina y otra femenina dentro del Cuerpo de Ayudantes de Instituciones Penitenciarias. Ello atendía a la necesidad de que, dentro de los módulos masculinos, prestasen servicio exclusivamente hombres, y viceversa. Desde hace relativamente poco tiempo esto ya no es así, se han unificado escalas, y compañeros y compañeras sirven en los mismos módulos indistintamente del sexo de los internos.
  No es que esto haya supuesto una revolución (mucho menos una revolución sexual, como a más de un@ le hubiera apetecido), pero tampoco ha sido un camino de rosas. Aún a día de hoy compañeras se quejan de que, por ejemplo, en muchas cárceles no se les permite prestar servicio en un módulo cuando lo han de hacer en solitario, y muchos compañeros se quejan de que a ellas se les adjudican destinos alejados del patio y, por ello, menos peligrosos.
  Lo cierto es que en mi experiencia personal es así, y he comprobado en repetidas ocasiones que las mujeres no suelen recaer en el módulo de aislamiento o, por paradójico que pueda sonar, en la cocina, y sí en la puerta principal, por citar algunos ejemplos. No las envidio. En la puerta principal trabajas de cara al público. Y atender al público es una tarea ingrata. Os voy a contar una cosa.
  Antes de ser Funcionario de Prisiones fui teleoperador, en un par de grandes empresas a nivel nacional. De hecho, mientras escribo estas líneas, estoy pensando que lo del servicio de atención telefónica me da para otra entrada que escribiré próximamente. Bueno, pues en ese trabajo tuve que tratar con gente de todo tipo, de todas partes del mundo. Pero en su mayoría estamos hablando de gente, digamos, normal. Aunque no me guste expresarlo así, porque en este mundo 'normal' no es nadie. Y con todo y con eso, había días en los que te ibas del trabajo a casa en silencio y volvías a currar al día siguiente sin haber hablado con nadie, sólo por intentar olvidarte de lo que era tener que mantener un contacto verbal con otro ser humano.
   Pero imaginad ahora que tenéis que manejar un servicio de atención telefónica en el que te va a llamar el padre de fulanito por que quiere hablar con él (pasar llamadas al interior está prohibido, claro), y si le dices que no puede se te pone farruco, que si la llamada la está pagando él, que a ver qué cojones nos cuesta ir a buscar al chaval para que se ponga . O el Agente Judicial de turno, que se cree que en vez de ser un mindundi que entró por oposición igual que tú, es un cargo a dedo y te puede tratar como a una mierda. O menganita para saber si está ahí su novio encerrado, porque como tiene una orden de alejamiento no la puede llamar ni le han dicho donde lo han destinado. Que le explica que es que para eso le puso el juez la orden de alejamiento, criatura, sabes. Ya, pero es que lo he perdonado y quiero saber de él... En fin. Por no hablar, claro, de los abogados. Ay, los abogados. No voy a decir nada porque no quiero buscarme líos. Bueno, sí, algo les voy a decir: Tenemos más de mil internos. NO me sé de memoria la situación penal de cada uno de ellos, por extraño que les pueda parecer, y vamos a tardar un momento en recabar esa información. Y, si, tendrán que esperar mientras tanto. Cojones ya.

  Eso, en puerta, es lo habitual. En serio, lo que hay todos los días. Y lo haces mientras dejas pasar a compañeros, pides identificación a visitas, controlas la entrada y salida de vehículos... durante horas. Ya digo, lo normal. Pero luego están las cosas raras.

  Aquella noche había entrado yo de servicio a eso de las nueve y media, la hora reglamentaria, y me disponía ya  a cerrar la dependencia y pasar al interior de la prisión a hacer la guardia nocturna. Normalmente lo que se hace es simplemente conectar el contestador automático de la centralita, comprobar que todos los mecanismos automáticos funcionan correctamente, y pasar el cerrojo por dentro. Nunca viene nadie a esas horas. Bueno, pues ese día vino alguien.
  Sonó el timbre, abrí la puerta electrónica, y entraron dos mujeres. Saltaba a la vista que eran madre e hija  por estatura, color de ojos y pelo, y rasgos faciales. Viendo a la mayor te imaginabas cómo iba a ser la más joven en unos años, y viceversa. Se acercaron a mi ventanilla tímidamente, pero con una extraña sonrisa. Nos dimos las buenas noches, y me explicaron a qué venían.

  - Hola,- comenzó la más joven, que no aparentaba ni veinte años- vengo a que informen a mi madre y que de su consentimiento.- Parpadeé dos veces, en silencio.
  - Perdone, pero, ¿su consentimiento para qué?- La madre rió nerviosamente. La chica se ruborizó un poco.
  - Es que tengo que comunicar mañana...- Así que tenía que comunicar. No me había aclarado nada. Seguía más perplejo que un párvulo ante un problema de álgebra. Hice una pregunta para ganar tiempo.
  - ¿Y con quién tiene que comunicar?.- Me dio en nombre de un interno, un ecuatoriano muy quedón de unos diecinueve años de edad. Seguí tirando del hilo, a ver si se hacía la luz.
  - ¿Y que es, tu novio?.-
  - Si... Es un vis a vis.- Miré en la mesa que tenía ante mi. Había una lista de comunicaciones autorizadas para el día siguiente. Vi el nombre del interno, y a su lado el de una mujer. Le pregunté a la joven su nombre. Coincidían.
  - Bueno, pues tienes una comunicación autorizada con tu novio para mañana a las doce en punto. ¿Es eso lo que querías saber?.- La chica estaba colorada como un tomate. La madre estaba a puntito de mearse de la risa, pero lo intentaba disimular con más o menos éxito.
 - Es que tiene que informar a mi madre.- Me suplicó. Estaba a punto de responderle que su madre nos había oído perfectamente, porque no estaba ni a un puto metro, cuando sonó el teléfono. Era el Jefe de Servicios.
  -Jaime, ¿Qué pasa, que no vas a cerrar?. Pásate para adentro.- Le expliqué la situación, o al menos lo poco que estaba sacando en claro de ella. El Jefe se empezó a reír también. Cojonudo, pensé. Festival del humor. Pasados  unos instantes, el jefe me empezó a explicar de qué iba la cosa. Yo no daba crédito, y debía estar poniendo unas caras muy graciosas mientras lo oía, porque ahora fue también la hija la que perdió la vergüenza y se empezó a reír también.
 -... y cuando hayas terminado, en la hoja de comunicaciones autorizadas escribes 'Informada la madre, da su consentimiento'. Con el número de DNI de ella, tu número de carnet profesional, y la firma de los dos.-
 - Vale, Jefe.- Colgué. Me pasé la mano por la cara. Me puse en pie.
 -¿Podrían acercarse las dos y dejarme sus DNI's?.- Lo hicieron, intentando mantener la compostura.
 - ¿Son madre e hija?.- Asintieron. Ahora el que estaba colorado era yo. Bueno, vamos allá. Me dirigí a la madre.
 - Como Funcionario destinado en este Centro Penitenciario, es mi deber comunicarle que, si su hija realiza esta comunicación vis a vis, es muy posible que en el curso de ella mantenga relaciones sexuales. Como quiera que ella es menor de edad, debe firmar su consentimiento a la misma.-
 Le acerqué el papel que acababa yo de rellenar, y me lo firmo.
 - Ves,- me dijo quiñándome un ojo,- no era para tanto. Y se marcharon entre risas, como habían entrado. Pero la más joven iba ahora dando saltitos de alegría.

  Parece que el ecuatoriano la tenía contenta.

 






 

Comentarios

  1. Muy buenas Jaime, mi nombre es Alejandro y ante todo darte las gracias por amenizarme el poco tiempo que he tardado en leer tu blog que por cierto, me ha encantado. Quería hacerte una pregunta y es que estoy pensando en prepararme esta oposición pero la verdad es que me asalta una duda.. Yo soy un chico de estatura más bien bajito y de unos 55kg, y claro, esto me hace pensar que en un centro penitenciario se me respetaría más bien poco, ya que no tengo un fisico que imponga autoridad. Crees que sería un gran escoyo a superar? De nuevo muchísimas gracias por cada uno de estos relatos y espero leerte de nuevo pronto, un saludo y gracias.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Alejandro. Muchas gracias por tus palabras y por seguir mi blog, espero poder seguir entreteniéndote mucho tiempo.
      Que tu envergadura física no te preocupe. Si en prisiones nunca se ha pedido estatura para acceder al cuerpo, es por algo.
      Una vez que te encuentres en un patio, sinceramente, tu actitud (y el uniforme) van a suponer el noventa por ciento de tu autoridad. Si eres una persona con confianza en sí mismo y con aplomo, y si tratas a los internos con respeto y sin temor, ellos te respetarán sin que tu talla importe. Tengo compañeros (y compañeras, que ahora prestamos servicio juntos en los módulos) que van del metro cincuenta a los dos metros, y cuando ha habido algún lío no ha sido porque el funcionario en el patio fuese más o menos pequeño.
      Y te voy a decir más: Mal estaríamos haciendo nuestro trabajo si dependiésemos de nuestro tamaño para mantener el orden. Hay que estar atento a las señales, extremar la alerta cuando notas que el patio está tenso, y saber aislar las peleas y acudir a solucionarlas siempre en grupo.
      Si lo primordial para nosotros fuese la fuerza bruta, en vez de estudiar un temario opositaríamos echando un pulso, ¿no crees?.

      Espero haberte ayudado en tu decisión, y ánimo si finalmente intentas unirte a nosotros.

      Eliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

El día del juicio

Próspero año nuevo

Día libre