Novatadas

Algo que no se suele dar en nuestro trabajo es el fenómeno de las novatadas. Realmente no sé si en otros ámbitos es cosa común, y lo cierto es que en otros trabajos sí que me han gastado y he gastado  bromas a los más inexpertos. Antes de currar en esto fui teleoperador, entre otras muchas cosas, y no era raro pasarle un cliente particularmente picajoso al más novato. Un poco por joder, si. Pero también para ver cómo se desenvolvía en una situación difícil. Bueno, en realidad era solamente por joder.
  Se podría pensar que en nuestro entorno, un hábitat de gente bronca y viril, de uniformes, tacos y palmadas en la espalda, las novatadas son moneda corriente. Una forma de diferenciar al hombre del niño, al que es 'de los nuestros' del que no sabe dónde se ha metido. Nada más lejos de la realidad. En mis muchos años de servicio no he padecido ni hecho padecer ninguna de estas situaciones. Me gustaría pensar que es porque somos gente sobria, un Cuerpo de profesionales que está por encima de esas charlotadas. O, al menos, que por la seriedad de nuestra tarea dejamos eso a los internos, que siempre están dispuestos a buscarle las vueltas al 'manzanillo'*, en parte como distracción y en parte para ponerlo a prueba y conocer sus límites. Pero en el fondo he de admitir que si no hacemos novatadas es principalmente porque su planificación y posterior puesta en práctica requieren un nivel de esfuerzo e implicación que, sencillamente , no estamos dispuestos a asumir. Con los años, todo lo que tenga que ver con la cárcel acaba produciéndote una enorme pereza. Y cuando llega un grupo de funcionarios de prácticas, aparte de enseñarles a realizar sus labores básicas, ya bastante si te aprendes sus nombres. Bueno, esto era así cuando había funcionarios de prácticas, claro. Hoy en día, si en tu centro de trabajo caen uno o dos se les saluda entre 'oh's y 'ah's, y hay quien los toca desde lejos con un palo para comprobar que no son un producto de su imaginación.


 En definitiva, que por lo que a mi me toca no puedo decir que haya novatadas en Instituciones Penitenciarias. Lo que sí que pasa a veces es que, cuando eres nuevo en un entorno a veces hostil, y estás rodeado de compañeros a los que acabas de conocer y que ya tienen todos los aspectos del trabajo muy asumidos, se pueden producir malentendidos. Y hay quien luego cree que le han tomado el pelo, cuando en realidad no ha sido así.
 A los pocos días de entrar a realizar mis prácticas como funcionario de prisiones, me tocó entrar de servicio en un módulo particularmente grande. A primera hora de la mañana, después del desayuno de los internos, el funcionario al mando del mismo se dispuso a repartir tareas. No recuerdo exactamente qué me mandó hacer a mí, pero al compañero que estaba de prácticas a mi lado le encargó ir a contar las escaleras del módulo, y volver luego para realizar otras labores.
La jornada transcurrió sin incidentes, y si bien es cierto que a la hora del café de media mañana el mencionado compañero no hizo acto de presencia, también lo es que nadie le echó de menos.
A eso de la una, sin embargo, cuando nos habíamos reunido varios compañeros en la oficina del Departamento para dirigirnos de allí al comedor y proceder al reparto de la comida, el 'manzanillo' apareció finalmente. No voy a decir que venía bañado en sudor porque sería una exageración, pero saltaba a la vista que no se había pasado la mañana sentado. Se plantó ante la mesa del Encargado, y dijo únicamente:
  - Sesenta y cinco.-
  El Encargado lo miró de arriba a abajo. En un principio ni siquiera reconoció quien era.
 - ¿Setenta y cinco qué?.-
 - Setenta y cinco no. Sesenta y cinco. Escaleras. ¿No me mandaste a contarlas?.- El chaval parecía algo molesto. El Encargado, finalmente, cayó en la cuenta de quien era. Pero esto no aclaró su confusión.
  - ¿Pero, cómo que sesenta y cinco? ¿Qué has contado tú, muchacho?.- Estaba claro que navegaba a la deriva. El novato se estaba empezando a calentar, y no por el esfuerzo físico.
  - Pues las escaleras, cojones. Las del módulo. Las que suben a las tres plantas de galerías, mas las de entrada al módulo, mas las de incendios. Tramo por tramo. Y me he tenido que contar las de los patios muertos y las de oficinas, porque las oficinas están en este mismo edificio. Tota, sesenta-y-cinco-putos-tramos-de-escalera.-
  Se hizo el silencio en la oficina. Los veteranos se dieron una palmada en la frente, todos a la vez. Los novatos nos quedamos un poco sin saber qué hacer, porque seguíamos ignorando de qué iba la película, y porque lo de contar a diario los sesenta y cinco tramos de escalera, de tener que hacerse, nos parecía una exageración y una estupidez. El Encargado, negando en silencio con la cabeza, acabó por levantarse.
- Acompañadme.- Nos dijo a los prácticos, rodeando su mesa para luego salir por la puerta al 'hall' del departamento. Allí, con una de las llaves del manojo que  cada uno portábamos, procedió a abrir una puerta metálica en la que alguien provisto una plantilla y un espray negro había pintado 'Herramientas'. La empujó hacia adentro y se hizo a un lado para permitirnos la visión del interior.
- Mirad qué hay aquí-. Miramos. Cuatro escaleras de mano, de diferentes longitudes, colgaban de dos de las paredes, aseguradas con candados para que nadie no autorizado pudiese hacer uno de ellas. Nos miramos unos a otros sin saber qué decir. El que había contado todas-las-putas-escaleras-del-módulo no sabía donde meterse. El encargado nos habló a todos.
- Estas son escaleras para usar en caso de emergencia, o para hacer reparaciones. Están sujetas por candados, pero aún así se comprueba cada semana que están todas, por seguridad.- Hizo una pausa, y continuó. -Supongo que ha sido fallo mío, por dar por sentado que sabíais de qué estaba hablando. Pero os voy a dar un consejo: Si alguna vez os mandan hacer algo absurdo, preguntad por qué se hace eso. Y si no os lo dicen, que al menos os den la orden por escrito.- Y concluyó, con un guiño - A veces es más fácil saber qué pasa por la mente de cualquiera de los internos, que por la de los mandos. Y así al menos tendréis las espaldas cubiertas.-

 Es un buen consejo, que vale para cualquier ámbito. Os aseguro que ante la posibilidad de tener que ponerlo por escrito, la mayoría de jefes se abstiene de andar mandando gilipolleces.

 

* 'Manzanillo' es el mote que reciben los funcionarios en prácticas


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