Hotelito I

  Era fin de semana, y yo tenía servicio en la puerta principal.

   La puerta principal suele ser, seamos francos, un coñazo. Tienes que abrir a todo el que entra y quiere pasar al interior, claro. Pero también a los que quieren pasar a oficinas. Y a los que salen de oficinas y pasan a interior. O salen a tomar un café a media mañana, que es donde cobra su sentido la parte de 'funcionario' en lo de 'funcionario de prisiones'. Pero no es sólo darle al botón de apertura, en plan 'jornada de puertas abiertas'. A toda esa gente la tienes que identificar, que en realidad es para lo que estás ahí.
   A muchos ya los conoces, porque son tus compañeros. Pero a otros no, porque son proveedores, o gente que viene temporalmente a impartir cursillos. O son compañeros a los que no conoces, que también puede pasar. Yo, que soy funcionario del servicio interior, a la mitad  de los de oficinas no los he visto en mi vida. Y los funcionarios de oficinas son muy suyos, y a veces se ofenden si les pides su identificación, en plan 'llevo tres semanas trabajando aquí, ya deberías haberte quedado con mi cara'. Sí, esto a veces me lo han dicho. Que luego cuando me cruzo a alguno por el pueblo y no me reconoce, lo que sí que sucede con frecuencia, porque la gente que ve a un tipo de uniforme no le suele prestar atención a la persona sino a la vestimenta, cuando no me reconoce, digo, me dan ganas de soltarle un pescozón y recordarle que llevamos trabajando en la misma sucursal de la misma empresa casi tres años. Pero no lo hago. Porque tengo más educación que muchos de ellos.
 Y porque me importa un carajo que me saluden o no, eso también.

 Pero en fin, que esas cosas pasan entre semana. El fin de semana - y aquel día era sábado-  los de oficinas no trabajan, no se imparten cursillos, y no se recibe a proveedores. Tomas posesión de tu puesto, a los diez minutos le abres la puerta a la guardia de noche saliente, y ya está. Todo es paz y tranquilidad, y aburrimiento si este destino te ha cogido por sorpresa y no te has llevado un libro o algo en lo que entretenerte.

 Vuestro amigo Jaime es perro viejo, y como el día anterior había tenido la precaución de mirar los servicios del sábado, me había llevado un libro y un par de revistas. Hasta pensaba echar de vez en cuando alguna miradita al smartphone, que dentro del recinto está totalmente prohibido. Pero la puerta principal no está dentro del recinto.

  Así que la mañana no pintaba mal, y yo tenía la sana intención de no rascar bola hasta la hora de la comida. Me las prometía muy felices. ¿Os suena?. Claro que sí. Siempre me las prometo muy felices cuando tengo un destino tranquilo el fin de semana, y siempre hay algo que me lo acaba fastidiando. Aunque hay que reconocer una cosa, y no ser tan negativo: Aquel día tardaron en venir a molestar.

 Serían alrededor de las doce. Ya había ojeado las revistas y me había aburrido del libro, y estaba consultando el facebook en mi móvil, que mantenía discretamente entre las piernas, oculto de miradas curiosas por el tablero de mi mesa. Lo cierto es que cualquiera que me hubiera observado de frente, con la cabeza gacha y mirando fijamente algo situado en mi bajo vientre, algo que a la vez manipulaba cuidadosamente con los dedos, posiblemente habría pensado que me estaba hurgando el prepucio. Y para eso, mejor tener el móvil encima de la mesa, es lo que pienso yo a veces. Pero bueno, que en esas estaba yo cuando un súbito timbrazo casi hizo que le diera 'me gusta' a un vídeo de Flos Mariae que un amigo había compartido para echarnos unas risas.
 Con el corazón a mil por hora, aterrado por la desgracia social que había estado a punto de provocar, posé el móvil encima de mi mesa, y levanté la vista.
  Fuera, al otro lado de la puerta, que estaba separada de mi garita blindada por un 'hall' cuadrado de unos cuatro metros de lado, había alguien. Lógico, porque el timbre no se iba a haber pulsado sólo. Accioné el mecanismo electrónico de apertura, y el visitante desconocido entró. Era un interno.
  A pesar de venir del exterior, era un interno. Eso estaba claro. Y un interno veterano, de largo recorrido. Aparentaba unos sesenta años, que probablemente serían cuarentaymuchos reales. Le faltaban más dientes y más kilos de los que tenía, y sus ojos, que se adivinaban a duras penas entre los pliegues de sus arrugados párpados, mostraban la viveza de los de un caminante de 'The Walking Dead'. Sus ropas hacían juego con sus ojos para completar el 'look' zombi, y agradecí que a través del cristal de cuatro centímetros de grosor, al igual que a través de la pantalla de una tele, no se pudiesen percibir olores.

  El visitante se acercó, vacilante. Por cada paso adelante parecía que hubiera querido retroceder dos. Y finalmente, se acercó a mi puesto y lo soltó:
 - Buenos días...- dijo, con voz trémula.
 - Buenos días-, respondí con mi mejor sonrisa. Que antes de ser funcionario, trabajé de cara al público, y lo de sonreír a cualquier posible cliente que entre en el negocio le llevo grabado a fuego.
 Se hizo un silencio estruendoso. El visitante me miraba con sus ojos acuosos, sin atreverse a hablar. Parecía a punto de romper a llorar, o de darse media vuelta y salir por donde había entrado. Y yo seguía sonriendo como un gilipollas, y la verdad es que ya me estaban empezando a doler las mejillas. Cansado ya del duelo de miradas, disparé primero.

 - ¿Puedo ayudarle en algo?.- El visitante tragó saliva, y se arrancó por fin. Saltaba a la vista que lo que me iba a decir le iba a costar lo suyo.
  - Vengo a ingresar.- Mira, eso sí que era algo nuevo. Mi sonrisa se borró de golpe, dejando espacio en mi cara para unos ojos abiertos como platos.
  - ¿A ingresar?¿A entrar en prisión?.- No es algo que pase habitualmente, al menos en este talego perdido donde Cristo dio las tres voces. La mañana se estaba animando.
  - Si,- me contestó el visitante, y aclaró,- creo que estoy en busca y captura.- Toma ya.
 Bueno, pues eso ya era algo por encima de mis atribuciones.
 - Espere en la habitación de la derecha, en la sala de visitas, por favor. Voy a avisar al Jefe de Servicios.- El interno, o bueno, el futuro interno, salió del 'hall' de entrada por una puerta abierta en la pared derecha del mismo, y yo marqué inmediatamente la extensión de Jefatura en mi teléfono.


No iba a ser yo el único que currase aquella mañana.

Comentarios

  1. Ahora me has dejado en ascuas!!!!

    He llegado a tu blog por casualidad, pero me ha gustado mucho y como ves, ahora te sigo.
    Tendrás que contarnos la segunda parte para saber que le pasaba al buen hombre (o no tan bueno).

    Yo también trabajé (pero sin estudios ni nada XD) en una garita hace muchos años y se me hacía eterno.
    Hoy por hoy, se que quieres decir con lo de la sonrisa para el posible cliente, porque soy vendedora.

    Hace unos 6 meses que tengo blog, y te invito (si te apetece) a que pases a echarle un vistazo. En él cuento las chorradas que me pasan y las cosas de las que me quejo. Si te animas, te dejo el link. Suele ser entretenido!
    Nos leemos en tu próximo post
    https://similocuramedeja.blogspot.com

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    1. Vigila a tu gata, de momento en el hotel no admitimos animales y su delito quedaría impune...

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    2. Lo mismo acabo yo de visita ahí si al final le gano la batalla a ella!

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  2. Hola! Solo quería decirte, que me encanta tu blog. Cada cierto tiempo lo miro buscando nuevas publicaciones, ansioso por conocer más sobre el trabajo que algún día espero desarrollar. No es fácil empollarte todo el temario sin hacer volar la imaginacion. Y tus textos y experiencias son una herramienta muy útil. Un saludo.

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  3. Muchas gracias! Todos los que preparáis la opo me hacéis sentir una responsabilidad muy grande. A veces porque me da miedo que el trabajo os pueda parecer peligroso (o más probablemente aburrido) y abandonéis, a veces por temor a cometer alguna inexactitud en lo que escribo que os pueda llevar a cometer errores en el examen... En fin, mucho ánimo y suerte. Cualquier día lograrás tu objetivo de entrar en prisión.
    Si, suena fatal. Ya lo sé.

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    1. Gracias a ti por compartir tus relatos y por los ánimos!!

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