Maltrato Psicológico II

Raúl hizo una pausa, para añadir dramatismo a la cosa, y lo soltó:

 - Maltrato psicológico.- Me dejó mudo (ja,ja). La verdad es que... Bueno, que era uno de las últimos delitos que tenía en mi lista. El maltrato psicológico no es algo que se castigue habitualmente, aunque solo sea porque no es fácil de demostrar. No he coincidido con demasiados condenados por ello. Y desde luego, este tipo no me daba el perfil. Miré hacia donde estaba la última vez, pero aparté la vista de inmediato. Seguía ahí, exactamente en la misma postura. Mirándome fijamente.
 Orienté mi cuerpo hacia el de Raúl, en parte porque era con él con quien estaba hablando, y en parte también para intentar no pensar en que el interno, el maltratador psicológico, me estaba mirando. No pude, sentía sus ojos clavados en mi espalda como si pesaran.

 - ¿Maltrato psicológico? No me jodas...  - O sea, ya me sorprendía que aquel tipo, Harpo, hubiera sido capaz de encontrar una persona dispuesta a compartir su vida, de envejecer a su lado. Ni se me pasaba por la cabeza, no quise que se me pasara, la idea de que alguien encontrase atractiva la idea de tener sexo con él... ¿Cómo era posible que este tipo hubiera sido capaz de maltratar a alguien... psicológicamente?. O más bien, la pregunta era, ¿cómo alguien podía ser capaz de dejarse maltratar psicológicamente por él?.

 Raul asentía en silencio con la cabeza mientras era testigo de mi asombro.
- Si, si. Maltrato psicológico. Yo tampoco me lo creía, pero le eché un ojo a los hechos probados de la sentencia. Bueno, fuimos varios a ver su expediente a la oficina de régimen, porque nos comía la curiosidad.- En los hechos probados de una sentencia, creo que ya lo comenté una vez, se narra el delito cometido con la mayor exactitud posible. No son aptos para estómagos sensibles, en algunos casos. Pero lo que importaba aquí era que Raúl sabía por qué lo habían condenado, que yo tenía curiosidad, y que él estaba deseando contármelo. No hizo falta que le animase a continuar.

- Tampoco te creas que es una larga historia. Por lo visto, este tipo vivía con su mujer en un pueblo aislado en la sierra, de esos que poco a poco se están quedando despoblados. Al final, ya sólo vivían ahí él, su mujer y su cuñada, que tenía su casa al otro lado de la calle. Cuando salía al campo, dejaba a su mujer encerrada con llave ,- asentí con la cabeza. Dejar a tu pareja encerrada es una de las causas de maltrato psicológico más fáciles de probar ante un juez. Raúl percibió mi aprobación, y sonrió enigmáticamente, negando a la vez con el dedo índice de su mano derecha.- pero no lo han condenado por eso, o mejor dicho, su mujer no lo denunció por eso. A su mujer eso le parecía normal, o hasta bien. Su marido era posesivo, señal de que la quería. Y se preocupaba de que no entrase nadie en casa en su ausencia. Lo normal. - Raúl notó mi expresión escéptica.
 -Bueno, sí. Lo normal para ésta gente.- concedió.

 Raúl aprovechó para hacer una pausa dramática y encenderse un pitillo. Continuó.
- El caso es que, cuando se iba al campo y dejaba encerrada a su mujer, no siempre se iba al campo. Con el tiempo se ve que la cuñada empezó a sentirse sola, y el tipo éste empezó a acostarse con ella.- Ahí ya me dejó seco.
-¿Se follaba a su cuñada?...O sea, ¿a la hermana de su mujer?.- Raúl asintió en silencio.
-¿Y eran los tres únicos habitantes del pueblo?.- Raúl asintió otra vez.
 Miré al exterior. Harpo, o sea, el interno, seguía ahí. Igual que cinco minutos antes, de pie. Con los ojos fijos en la cabina, en silencio. La verdad es que a mi tampoco se me ocurría qué decir.

 - Hay que tener unos cojones enormes. O ser muy tonto. O estar loco.- Dije finalmente. Raúl asintió.
 -Viendo cómo se porta en el patio, me quedo con la última opción.- me respondió.
 - ¿Loco?. Yo me quedo con la segunda. Muy listo no parece.- Raúl dio una calada a su pitillo y sonrió.
 - Muy listo no parece, pero se follaba a todas las tías de su pueblo.- Y mira, ahí tenía razón.
Joder con el tonto.

 En el patio, Harpo, el maltratador del que aún no conocía el nombre, se giró finalmente y se encaminó hacia las duchas, con sus ojos abiertos como platos y su boca redonda como una o.

 - Y como entre a las duchas con la boca así, lo mismo le invitan a fumarse una faria. La Mari ha dejado un hueco que espera ser llenado.- Finalizó Raúl, y apagó su pitillo en el vaso de agua.

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