El Sustituto IV




    Y finalmente, Pilar y Jorge se habían quedado solos. Eso no iba durar mucho. 
   Pilar tenía la impresión, no del todo errónea, de que cada vez que miraba a Jorge se le quedaba cara de tonta. Y eso era algo que había que evitar. Así que se levantó, cogió una tablilla de notas y un par de bolis, más por costumbre que porque los fuese a necesitar para algo, y ya desde la puerta le espetó a un Jorge perplejo ante un despliegue de actividad tan repentino:

  - ¿Qué?¿Te vas a venir a trabajar o te vas a quedar ahí?.-  Jorge saltó como un resorte.
 -Si, claro. Voy.- Y salió corriendo tras ella, que ya avanzaba por la mitad del pasillo.
 
    Dejados de mala manera en una estantería que cubría la pared derecha del pasillo, Pilar no pudo evitar ver los expedientes que ella misma había sacado del fondo de una archivador esa mañana. 'Así que el tío ni siquiera ha tenido la vergüenza de ir a un módulo a hacer que hace algo...' . Pilar tuvo una inspiración.

  -Oye... ¿Jorge, te llamabas, no?.- 'Como si no te hubieras quedado con el nombre a la primera', pensó para si misma. Jorge asintió, solícito. - Coge esos expedientes y acompáñame. Así te vas acostumbrando a ellos... O al menos a su peso.- 
Jorge cogió con ambas manos las carpetas, y siguió a Pilar a lo largo de varios pasillos, hasta que llegaron a una puerta batiente dobel que la educadora tuvo la delicadeza de dejar abierta para franquearle el paso. Era la cafetería, el olor se lo había indicado ya desde antes de entrar. Porque la pila de expedientes casi le tapaba por completo la visión. 
Pilar le puso la mano encima del hombro:

 -Déjalos ahí, encima de esa mesa.- Jorge obedeció, y en cuanto dejó su carga, vio sentado ante él al señor gordo que había salido disparado del despacho en cuanto él había entrado. Tenía ante sí una taza grande de café, con un líquido dentro que olía a café... y a algo más. Algo fuerte, que te hacía lagrimear. Y que no le estaba sentando bien, porque se le estaba congestionando la cara por momentos. Estaba apunto de preguntarle si le pasaba algo, cuando Pilar se le adelantó:

 -Que dice Aquilino que quiere que entrevistes a estos internos lo antes posible, que a ver si dejas de tocarte los huevos. Yo le haría caso, parecía bastante cabreado.-
 
Eulogio enrojeció todavía más, algo que Jorge no creyó que fuera posible, pero que Pilar ya había visto más veces. Cogió las carpetas de mala manera, y se largó resoplando hacia los rastrillos de acceso a los módulos. Pilar y Jorge se quedaros un momento pasmados, mirando a las puertas batientes de la cafetería chocar una contra otra tras el paso arrollador de Eulogio. Finalmente, Jorge rompió el silencio:

 -Le has dado las carpetas de los muertos.- Pilar asintió en silencio, sin dejar de mirar hacia el pasillo. Una leve sonrisa asomaba a sus labios.
 - Y el subdirector no había dicho nada.- Pilar asintió de nuevo. Su sonrisa era cada vez más amplia.
- ¡Menudo gol le has metido!.- Dijo entre risas. Pilar lo miró, y se permitió guiñarle un ojo. Jorge volvió a ruborizarse un poco. Se quedaron así un instante, mirándose en silencio con una sonrisa en la boca.
 
 -Bueno, a trabajar.- Pilar miró su reloj. - Hoy ya es tarde. Creo que mañana te mostraré el aula y a los alumnos. Vamos a volver al despacho. Te voy a enseñar el sistema de archivos, cómo se organizan los expedientes (porque hay hojas de varios colores, y todo tiene su motivo) y veremos si encontramos alguno de un fallecido, aparte de los que se ha llevado Eulogio, para que veas como son.-

  Entraron de nuevo en el despacho. Pilar acercó una silla con ruedas hasta su mesa, e invitó a Jorge a sentarse. Después, se sentó ella, y se agachó para rebuscar en los profundos cajones de la misma. Tardó sólo unos segundos en encontrar lo que buscaba: Un cartapacio de color marrón, de unos cinco centímetros de grosor, y lleno de un conjunto de hojas multicolores.

  - Bueno, ha habido suerte.- Dijo, reincorporándose, y casi pegándole un cabezazo a Jorge al hacerlo. 
'¿Ha acercado más su silla?' se preguntó. Todo parecía indicar que sí, pero... 

 - Bueno, pues fíjate. Esto es un expediente personal. Todos los internos tienen  uno, se les crea la primera vez que ingresan en prisión, y es el que se conserva toda su vida.- Jorge permanecía muy atento, casi pegado a ella. Olía muy bien... '¿A Nenuco?', se preguntó. No, no podía ser. Pero es que comparado con la peste a Brummel de Eulogio, cualquier perfume se antojaba fresco e infantil.
- Como verás, las hojas de su interior son de varios colores: Rosa, para cuando el interno es preventivo; Amarillo, para cuando pasa a penado. Y azul, para su situación penitenciaria.- Jorge asentía lentamente, con los ojos muy abiertos. Parecía tan inocente...
 - ¿Tienes alguna pregunta?.- Jorge dudó un momento, pero al final se decidió.
 - Bueno, he oído que el director te va a dar dos días libres por ayudarme... Me preguntaba si tienes algún plan para esos días.-


 Pilar casi se atragantó. Coño con el crío. Y parecía tonto.




 

  

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