In itinere

Ayer por la mañana, mientras me dirigía a mi centro de destino y a la altura de Las Navas de San Antonio, me pararon en un control de la Guardia Civil.
Los coches íbamos pasando en una hilera ralentizada por conos y demás parafernalia y, cuando el Guardia me  vio, no dudó en indicarme con el dedo que me echase a un lado. Lo normal, pensé, con estos pelos y esta barba. Aunque, mientras detenía mi mugroso Alfa en el arcén, caí en la cuenta de que hace meses que me corté el pelo, y que hoy barba la llevan hasta algunas mujeres. 'Bueno', me dije, 'se ve que aún conservo un cierto deje canalla'. Y una leve sonrisa se asomó a mis labios.
En esas estaba pensando yo cuando el agente encargado del operativo se acercó a la ventana y me pidió mi carnet de conducir y los papeles del vehículo. Mientras los comprobaba, le pregunté si me podía bajar del coche y aprovechar la parada para estirar las piernas. Él me indicó que sí con un gesto y, en cuanto salí, me devolvió mi documentación y me habló con voz grave:
- Esto es un control de uso de drogas y alcohol. ¿Ha bebido o consumido drogas en las últimas veinticuatro horas?. - Tardé un poco en responder, más porque la verdad es que tenía mucho sueño que porque no supiera la respuesta, pero finalmente lo hice.
- Bueno, ayer por la tarde me tomé dos cañas.- El guardia negó con la cabeza
- Eso no tiene ya importancia. ¿Y drogas? -
- Ufff, no. La verdad es que ya ni recuerdo la última vez que probé algo de eso.- Y no mentía. Pero el guardia achinó los ojos, a lo Clint Eastwood.
- ¿Seguro?. Piense que va sólo en el coche, y que si da positivo le voy a tener que inmovilizar el vehículo.- Ahí la verdad es que ya me dejó fuera de juego. ¿Si le llego a decir que sí que tomé drogas, pero que me viene fatal que me inmovilicen el vehículo, me habría dejado pasar?
- No, en serio. No he tomado drogas desde hace... Uf, ni me acuerdo.- Y ahí me quedé mirando al infinito, haciendo memoria. Con la cara de agotada tristeza del que lleva cinco horas conduciendo y no recuerda cuando fue la última vez que probó las drogas, lo que no se alejaba ni un ápice de la realidad.
El Guardia, que a pesar de parecer un poco más joven que yo ya tenía en la manga barras que indicaban más de veinte años de Servicio, tiró de veteranía y a través de mis gafas de sol - y de las suyas -leyó perfectamente mi expresión. Dio un paso atrás, saludó militarmente, y sonriendo de medio lado, me dijo con un deje irónico:
- Bueno, puede continuar. No es necesario que sople. Que tenga buen viaje. - Y se dirigió a detener otro vehículo.
Me puse al volante y arranqué despacio. Y despacio conduje varios kilómetros, casi hasta Los Ángeles de San Rafael, que se ve que aquí los santos tienen todos tierras.

Hace unos años, ningún Guardia Civil digno de su uniforme me habría dejado marcharme sin soplar. Varias veces si fuera necesario. Ahora se fiaban de mi palabra. Qué horror. Y luego hay a quien le deprime
que unos niños le llamen 'señor' por la calle.

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