Incompatibilidad



  - Pues parece que ahora las están concediendo.-

   Alejandro estuvo a punto de caerse de la silla. Se acababa de quedar dormido, aprovechando un breve silencio en el monótono parloteo de Gerardo 'el chapas', su compañero aquella tarde. Bueno, que en realidad no era su compañero de aquella tarde.
  Gerardo era funcionario de área mixta, y se encargaba de la seguridad de uno de los talleres productivos de aquel Centro Penitenciario. Pero era la hora de la siesta, el taller estaba vacío, y Gerardo, que llevaba mal la soledad, había abandonado sus dominios para buscar un oído que le permitiese hacer honor a su apodo. Y en Alejandro, que tenía la mala suerte aquella tarde de ocupar el puesto de encargado del acceso del módulo 5, lo había encontrado.
  Alejandro carraspeó, abrió y cerró varias veces los ojos para eliminar esa pegajosa sensación que queda en los párpados cuando a uno lo despiertan a destiempo, y se retrepó en su silla buscando una postura medianamente vertical. Intentó poner orden en sus pensamientos, y le quedó en la mente algo así como 'mecagoentuputamadredéjamedormir'. Volvió a cerrar los ojos, un poco por perder de vista a Gerardo 'el chapas' y un poco también por no marearse mientras giraba la cabeza a ambos lados, y se puso a hacer estiramientos de cuello.
 Gerardo le echó una mirada de reojo y sonrió. Volvía a tener un interlocutor despierto.

 - Tengo un vecino que es Guardia Civil y se acaba de montar un bufete de abogados con un par de colegas suyos. Bueno, además de Guardia tiene la carrera de derecho, claro.- Alejandro continuaba moviendo la cabeza, pero en ese mismo instante lo hacía arriba y abajo, lo que 'el chapas' interpretó erróneamente como un gesto de afirmación y una señal de que Alejandro estaba prestando atención a su discurso. - Al principio no le dejaron, pero luego recurrió por lo judicial y le dijeron que sí. Así que ahí está. Se está sacando una pasta. Y yo voy a hacer lo mismo.-

 Alejandro finalizó sus estiramientos, y miró al patio. Estaba desierto. Los internos no bajarían de sus celdas hasta un buen rato más tarde. Consultó su reloj. Faltaban más de veinte minutos hasta la hora de apertura de los talleres. Mierda. Aún tendría que aguantar la chapa de 'el chapas' hasta entonces.
Y parecía que estaba esperando a que le dijese algo... A saber qué. Alejandro utilizó un viejo truco de funcionario de patio, un truco de veterano acostumbrado a que los internos te cuenten su vida durante horas y horas sin fin mientras tu intenta desconectar: Repetir sus dos o tres últimas palabras a modo de pregunta. Así:
 -¿Lo mismo?.- Gerardo casi dio un saltito de alegría en su silla al comprobar que había sido escuchado. Contestó inmediatamente.

- Si, un negocio o algo. Si no nos suben el sueldo, habrá que buscar el dinero en algún sitio.- Alejandro tiró la toalla.
- Mira, no tengo ni puta idea de qué me estás hablando. Lo siento.- Gerardo sacudió la cabeza y suspiró sin enfadarse, como un profesor de primaria enfrentado a un alumno algo duro de mollera.
- Pues de la ley de incompatibilidades, hombre. Mira. - rebuscó en la mochila que siempre llevaba con él, y sacó un folleto de colores del tamaño aproximado de media cuartilla. Lo que se viene a llamar un 'flyer', vaya, y se lo pasó a Alejandro. Éste alargó el brazo para cogerlo.
- He pensado en algo así.-
Alejandro echó un vistazo rápido al folleto. En él, en posición central, una señorita apenas vestida con tacones y medias de red parecía enroscarse en torno a una barra metálica de esas tan comunes en los parques de bomberos.
Alejandro abrió mucho los ojos. De haber estado bebiendo o comiendo algo, seguramente se habría atragantado. Porque la verdad es que se había llevado una sorpresa. No suponía a 'el chapas' capaz de algo así.
- ¿Vas a montar una casa de putas?. No creo que la Secretaría General te de el visto bueno, así de claro te lo digo.- Gerardo lo miró y se envaró, ofendido.
- Pero qué dices?. ¡Mira bien el folleto, anda!.- Alejandro bajó la vista y entornó los ojos. Su visión de cerca ya no era la de antes, y aún hacía tan sólo un par de meses que había empezado a usar gafas para leer, lo que explicaba un poco su resistencia a ponérselas. Alejó el papel tanto como pudo, y entonces lo vio claro.
- ¡Ah, coño, que es un travelo!.- La última palabra murió en sus labios apenas fue pronunciada. Posó sus ojos en Gerardo, rogando por una respuesta airada igual que la anterior. No la obtuvo. Muy al contrario, Gerardo asentía sonriendo.
- Si, ¿cómo lo ves?.- Alejandro se quedó en silencio unos segundos, unos largos segundos. Exhaló un profundo suspiro, uno que salió del fondo del alma, y rompió su silencio.
- Mira, no sé. Tu verás hasta donde estás dispuesto a llegar para conseguir dinero, pero creo que la prostitución no es una actividad regulada. Vaya, que no me parece que te vaya a ser necesario solicitar la compatibilidad...-
 Gerardo borró la sonrisa de su cara y lo miró sombrío. Alejandro guardó silencio. Tampoco se le ocurría nada que decir.
- ¿Tú no usas gafas de leer?.- Alejandro se removió en su silla, incómodo al saber que su debilidad era conocida..- Si...- Reconoció por fin.
- Pues póntelas, anda.- Con aire ofendido, Alejandro revolvió un poco en su bolso de deportes, hasta encontrar un pequeño estuche de carey. Lo sacó del bolso y,  abriéndolo, se hizo con unas diminutas gafas con montura al aire. Se las puso, tomó en folleto que había dejado encima de la mesa mientras cogía su bolso, y lo miró de nuevo.
 Seguí siendo un travestí lo que había en el papel, eso no había cambiado. Pero el texto le daba un significado diferente.
- 'El travestí del cobro'- Leyó en voz alta. Gerardo asintió.
- La crisis ha pasado, pero sigue habiendo muchas deudas que cobrar. Y ahora hay gente que tiene el dinero para pagarlas y se está haciendo la loca. ¿No te has fijado en que están surgiendo muchas empresas de éstas?- Alejandro asintió. En el polígono industrial donde se encontraba el taller al que llevaba a arreglar su moto, no era raro ver uno o varios antiguos coches de funeraria. Rotulados con el nombre de la empresa a la que pertenecían, 'la Funeraria del Moroso', permanecían aparcados durante días delante de empresas que seguramente tenían acreedores. Se suponía que la vergüenza, la mala imagen y un poco el mal rollo que daban esos vehículos minasen la paciencia del deudor hasta conseguir que hiciese frente a sus pagos. Un travesti paseando ante la puerta del local, imaginó Alejandro, causaría un efecto parecido. O esa debía de ser la idea.
- ¿Te vas a vestir así para cobrar facturas?- La perspectiva era mejor que la de vestirse así para prostituirse. Pero tampoco mucho mejor. 'El chapas' sonrió.
- No. La verdad es que al principio lo pensé, pero este mercado ya está ocupado. He pensado en aprovechar nuestros uniformes y montar algo así como 'El Carcelero del Moroso'. ¿Cómo lo ves?. -

Alejandro se concedió unos segundos para pensar, mientras observaba el patio vacío. Pero su mente no llegó a ninguna conclusión brillante, así que simplemente acabó por encogerse de hombros.

- Mira, no sé. No lo acabo de ver. O sea, nuestro uniforme no es conocido fuera de estas casas. No ibas a intimidar a nadie, porque nadie se iba a dar cuenta de que eres un funcionario de prisiones. Si aún te vistieras de caco... Pero por el mismo precio, hay cacos de verdad dispuestos a hacer el trabajo. Joder, - continuó Alejandro sin detenerse - mira a Dumitru, el encargado del Gimnasio. ¿Sabes quien te digo?.- Gerardo 'el chapas' asintió, cabizbajo. La charla de Alejandro le estaba empezando a dar bajón.- Dumitru está aquí por cobrar deudas de juego. Y ya ves que pinta tiene. Es tan ancho como alto, y es capaz de hacer nudos marineros con las barras de las mancuernas. ¿Vas a intimidar tú más que Dumitru?.- Gerardo negó con la cabeza, abatido. Alejandro lo remató.

- Pues claro que no. Los cojones vas a intimidar tú más que Dumitru. Ni tú ni nadie.- Gerardo continuó con la cabeza baja, manoseando el 'flyer' de 'El travestí del cobro'.

 Fuera, en el patio, los internos estaban empezando a acudir al paseo de la tarde. Alejandro encendió un cigarrillo, y comenzó a fumarlo despacio. Pasados unos minutos, Gerardo se animó a continuar.
- Bueno, no se trata tampoco de intimidar. Quizá tan sólo haya que dar mal rollo...-
- Pues entonces deberías hacer como el de tu panfletito, y vestirte de mujer.- Alejandro había estado rápido en esta ocasión, pero es que estaba deseando quedarse sólo de una puñetera vez. El cigarrillo le había causado efecto laxante, y sólo podía pensar en largar a Gerardo de la cabina de acceso para encerrarse en el baño a soltar lastre. Gerardo observaba en silencio el flyer de 'el Travestí del Cobro' con un interés renovado.
- Oye, ¿y tu crees que funcionaría?.- Preguntó al fin. Alejandro suspiró exasperado, con la suavidad con la que barritaría un elefante en celo en el medio de la sabana.
- ¡Seguro, hombre!. No se me ocurre nada que pueda dar más mal rollo que tú en minifalda. Y ahora, si me disculpas, me estoy cagando. Creo que no te va a apetecer estar en esta habitación en los próximos minutos.-

   Gerardo salió de la cabina, casi a empujones de Alejandro, y se encaminó hacia los talleres sin dejar de estudiar el 'flyer', como si en la imagen del travestido bailando en la barra estuviese la solución a todos sus problemas.
   Alejandro, por su parte, cogió el ABC del día de la fecha y se encerró en el retrete. ''Como el gilipollas este se ponga los tacones y le de por pasearse por un polígono industrial'' pensó mientras se bajaba los pantalones '' el apodo de 'el chapas' va a cobrar un significado totalmente nuevo''.

 Y se rió como hacía tiempo que no se reía en el trabajo.

 






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