... Uno no tiene la culpa.
Desde la cabina de acceso al patio Isaac, mi compañero aquella tarde en el módulo, y yo, observábamos aburridos a los internos. En uno de los bancos del patio se habían sentado Ródenas y un par de sus secuaces, si es que secuaces no es un término demasiado generoso para aquel trío de mindundis. Beria revoloteaba a su alrededor, poniéndole ojitos al macho Alfa.
Hace treinta años, Isaac y yo amenizaríamos la vigilancia fumando Ducados y paladeando un par de copas de coñac, o lo que tuviésemos a mano. En pleno siglo veintiuno, la ley anti-tabaco y la estricta ley seca que impera en todas las prisiones habían impuesto un notorio cambio en los usos y costumbres del funcionariado. Yo combatía la modorra con un té con sacarina e Isaac, que hacía poco que había empezado a practicar el boxeo en sus ratos libres, masticaba lentamente una barrita de proteínas. Un par de minutos antes, un funcionario veterano que había venido a entregarnos unas instancias para que las repartiésemos a los internos no había ocultado una mueca de desprecio hacia las golosinas con las que nos regalábamos. Pero lo cierto es que él ya no guardaba una bota de vino en la taquilla, y se cuidaba bien de no fumar a la vista del Director, así que se podía meter su desprecio por el culo.
Ródenas sacó un par de bolsitas de los bolsillos de su cazadora, y empezó el ritual de liado de un cigarrillo. Apoyé mi taza de té encima de la mesa de la cabina.
- Espero que eso que se está liando sea un pitillo.- Comenté. Isaac esperó a tragar un bocado de su barrita para contestarme.
- ¿Ródenas? No tiene cojones a hacerse un porro en nuestra cara. Vamos, no creo que sea tan tonto.-
- Bueno... No sé. ¿Sabes que el otro día, haciendo la ronda de noche, lo pillamos follándose a Beria?.-
-¿Quién es Beria?- preguntó Isaac, que no prestaba servicio en ese módulo con demasiada frecuencia y no conocía bien a los internos. Señalé a la izquierda del grupillo.
- Ese que parpadea tanto cuando le habla Ródenas. Parece que fuese a empezar a volar a golpe de pestaña.- Issac lo observó detenidamente, con aire experto, para acabar sentenciando:
- Bueno, así rubito... De espaldas seguro que da el pego.- Tuve que admitir que no le faltaba razón.
- Si, supongo que no hay mejor salsa que el hambre.- Permanecimos unos minutos en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Isaac sonreía en silencio, y sus ojos achinados le daban un aire maligno. A saber qué estaba pasando por esa cabeza. Algo sucio, seguramente.
- Pues mira... Me dan ganas de decirle algo.- Isaac despertó de su ensimismamiento.-¿A quien?-, acertó a preguntar.-
- A Ródenas. No sé, tiene a su novia pagándose un piso al otro lado de la calle para estar cerca de él, no paran de hablar por la ventana que si te quiero mucho y tal y cual, y en cuanto ella se da la vuelta, se folla al ruso.- Isaac sonrió.
- Será en cuanto se da la vuelta el ruso.- Nos reímos un rato los dos. Isaac continuó.- Mira, no sé si te crees Corín Tellado o qué cojones te pasa, pero esto no es asunto tuyo.- Tenía toda la razón del mundo.
- Ya... Yo que sé, me da pena la chica. Cualquier día se va a meter en un lío por hablar con él desde la ventana, o le va a intentar pasar droga en un vis a vis, y todo por el gilipollas éste.-
Isaac se sentó frente a mi, repentinamente serio. Era más joven que yo, pero en todo lo que tuviese que ver con relaciones de pareja, me daba y me sigue dando mil vueltas. Le faltaban dedos en las manos para contar sus rupturas sentimentales, y pelos en la cabeza para contar las citas a ciegas del Badoo a las que había acudido. Citas, como él mismo decía, a 'susto o muerte'. Quizá Isaac no sabría escribir una carta de amor, pero si de lo que se trataba era de justificar una ruptura, o de bucear en la psique de una pastillera hasta lograr un sórdido mete-saca en un callejón, Isaac era tu hombre.
- Mira... El otro día vi a la novia de Ródenas entrar a comunicar. Es igual que él, pero en tía. Una puta choni. Que está muy buena, si. Pero es una choni y no da más de sí. A ella lo que le gusta de Ródenas es que es el jefe de su pandillita, que tendrá el coche más tuneado, y que le paga la farlopa. Nada más. Así que no le des más vueltas al tema, porque no merece la pena. En serio. Además, fijo que ella está encantada de tenerlo aquí. Ahora puede ir de 'malota' porque su novio está encerrado, se tirará el rollo de que sufre mucho, y una vez al mes viene y le echa un polvo. Para qué más.-
Isaac no solía hablar tanto rato seguido. Pero la verdad, tenía razón. Y además ya iba a ser la hora de repartir la cena. Nos pusimos en pie, abrimos el comedor, y se me olvidó el asunto por completo.
Unos días después, una tarde, me encontraba en un bar tomando un vinito. Pensando que era una pena que no me gustase el fútbol, porque en aquel garito todo el mundo estaba absorto en el partido y me estaba aburriendo soberanamente. En una esquina del local, aprovechando las sombras y la falta de atención del resto de parroquianos, una veinteañera morenita con una minifalda no más ancha que una bandana y un muchacho de su edad con pinta de cantante de 'reggaeton' se magreaban sin pudor ni piedad. Al rato entró Isaac y se sentó a mi lado después de pedir una caña. No me preguntó por el partido. Si no jugaba el 'aleti', el fútbol se la sudaba muchísimo.
-¿Has visto a esos?-, le pregunté, señalando a la parejita. En ese momento, el chico hundía sin miramientos su mano izquierda en la entrepierna de ella. A veces parecía como si llevase puesto un guante de encaje negro. Isaac abrió mucho los ojos, y frunció sus labios como si fuese a sorber por una pajita.
- Caramba. Como en un par de minutos no se imponga la cordura y se vayan a un hotel, vamos a tener un 'show' de la hostia.- Asentí con la cabeza. Isaac continuó. -¿Sabes quien es ella?-
Me dejó descolocado. Ni él ni yo éramos del pueblo, ni conocíamos a nadie allí. No se me ocurría de qué la podría conocer.
- ¿Uno de tus rollos del Badoo?- Pregunté, a falta de otra opción.
- Qué va. Ya me gustaría. Si te enseñase fotos...
- Ya lo hiciste una vez. Podías editar tu propio bestiario.- Nos reímos un rato. Isaac lo soltó, finalmente.
- Es la novia de Ródenas. Para que veas. Un angelito, igual que él.- Tenía que haberlo supuesto. Isaac siguió hablando. - ¿Ves como no tenías por qué decirle nada?. Son tal para cual.-
Me quedé un rato mirándolos, pensativo. Al final, se impuso lo evidente.
- Tienes razón.- Admití. -Pero no es justo.- Mi compañero me miró, sorprendido.
- ¿El qué no es justo?.-
- Pues... Ya que tuve que ver a Rodenas follándose a un tío, lo justo habría sido ver a su novia dándose el lote con otra tía, ¿no?.- Isaac se atragantó con su cerveza. Un poco más y se me muere allí mismo de la risa-
Hace treinta años, Isaac y yo amenizaríamos la vigilancia fumando Ducados y paladeando un par de copas de coñac, o lo que tuviésemos a mano. En pleno siglo veintiuno, la ley anti-tabaco y la estricta ley seca que impera en todas las prisiones habían impuesto un notorio cambio en los usos y costumbres del funcionariado. Yo combatía la modorra con un té con sacarina e Isaac, que hacía poco que había empezado a practicar el boxeo en sus ratos libres, masticaba lentamente una barrita de proteínas. Un par de minutos antes, un funcionario veterano que había venido a entregarnos unas instancias para que las repartiésemos a los internos no había ocultado una mueca de desprecio hacia las golosinas con las que nos regalábamos. Pero lo cierto es que él ya no guardaba una bota de vino en la taquilla, y se cuidaba bien de no fumar a la vista del Director, así que se podía meter su desprecio por el culo.
Ródenas sacó un par de bolsitas de los bolsillos de su cazadora, y empezó el ritual de liado de un cigarrillo. Apoyé mi taza de té encima de la mesa de la cabina.
- Espero que eso que se está liando sea un pitillo.- Comenté. Isaac esperó a tragar un bocado de su barrita para contestarme.
- ¿Ródenas? No tiene cojones a hacerse un porro en nuestra cara. Vamos, no creo que sea tan tonto.-
- Bueno... No sé. ¿Sabes que el otro día, haciendo la ronda de noche, lo pillamos follándose a Beria?.-
-¿Quién es Beria?- preguntó Isaac, que no prestaba servicio en ese módulo con demasiada frecuencia y no conocía bien a los internos. Señalé a la izquierda del grupillo.
- Ese que parpadea tanto cuando le habla Ródenas. Parece que fuese a empezar a volar a golpe de pestaña.- Issac lo observó detenidamente, con aire experto, para acabar sentenciando:
- Bueno, así rubito... De espaldas seguro que da el pego.- Tuve que admitir que no le faltaba razón.
- Si, supongo que no hay mejor salsa que el hambre.- Permanecimos unos minutos en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Isaac sonreía en silencio, y sus ojos achinados le daban un aire maligno. A saber qué estaba pasando por esa cabeza. Algo sucio, seguramente.
- Pues mira... Me dan ganas de decirle algo.- Isaac despertó de su ensimismamiento.-¿A quien?-, acertó a preguntar.-
- A Ródenas. No sé, tiene a su novia pagándose un piso al otro lado de la calle para estar cerca de él, no paran de hablar por la ventana que si te quiero mucho y tal y cual, y en cuanto ella se da la vuelta, se folla al ruso.- Isaac sonrió.
- Será en cuanto se da la vuelta el ruso.- Nos reímos un rato los dos. Isaac continuó.- Mira, no sé si te crees Corín Tellado o qué cojones te pasa, pero esto no es asunto tuyo.- Tenía toda la razón del mundo.
- Ya... Yo que sé, me da pena la chica. Cualquier día se va a meter en un lío por hablar con él desde la ventana, o le va a intentar pasar droga en un vis a vis, y todo por el gilipollas éste.-
Isaac se sentó frente a mi, repentinamente serio. Era más joven que yo, pero en todo lo que tuviese que ver con relaciones de pareja, me daba y me sigue dando mil vueltas. Le faltaban dedos en las manos para contar sus rupturas sentimentales, y pelos en la cabeza para contar las citas a ciegas del Badoo a las que había acudido. Citas, como él mismo decía, a 'susto o muerte'. Quizá Isaac no sabría escribir una carta de amor, pero si de lo que se trataba era de justificar una ruptura, o de bucear en la psique de una pastillera hasta lograr un sórdido mete-saca en un callejón, Isaac era tu hombre.
- Mira... El otro día vi a la novia de Ródenas entrar a comunicar. Es igual que él, pero en tía. Una puta choni. Que está muy buena, si. Pero es una choni y no da más de sí. A ella lo que le gusta de Ródenas es que es el jefe de su pandillita, que tendrá el coche más tuneado, y que le paga la farlopa. Nada más. Así que no le des más vueltas al tema, porque no merece la pena. En serio. Además, fijo que ella está encantada de tenerlo aquí. Ahora puede ir de 'malota' porque su novio está encerrado, se tirará el rollo de que sufre mucho, y una vez al mes viene y le echa un polvo. Para qué más.-
Isaac no solía hablar tanto rato seguido. Pero la verdad, tenía razón. Y además ya iba a ser la hora de repartir la cena. Nos pusimos en pie, abrimos el comedor, y se me olvidó el asunto por completo.
Unos días después, una tarde, me encontraba en un bar tomando un vinito. Pensando que era una pena que no me gustase el fútbol, porque en aquel garito todo el mundo estaba absorto en el partido y me estaba aburriendo soberanamente. En una esquina del local, aprovechando las sombras y la falta de atención del resto de parroquianos, una veinteañera morenita con una minifalda no más ancha que una bandana y un muchacho de su edad con pinta de cantante de 'reggaeton' se magreaban sin pudor ni piedad. Al rato entró Isaac y se sentó a mi lado después de pedir una caña. No me preguntó por el partido. Si no jugaba el 'aleti', el fútbol se la sudaba muchísimo.
-¿Has visto a esos?-, le pregunté, señalando a la parejita. En ese momento, el chico hundía sin miramientos su mano izquierda en la entrepierna de ella. A veces parecía como si llevase puesto un guante de encaje negro. Isaac abrió mucho los ojos, y frunció sus labios como si fuese a sorber por una pajita.
- Caramba. Como en un par de minutos no se imponga la cordura y se vayan a un hotel, vamos a tener un 'show' de la hostia.- Asentí con la cabeza. Isaac continuó. -¿Sabes quien es ella?-
Me dejó descolocado. Ni él ni yo éramos del pueblo, ni conocíamos a nadie allí. No se me ocurría de qué la podría conocer.
- ¿Uno de tus rollos del Badoo?- Pregunté, a falta de otra opción.
- Qué va. Ya me gustaría. Si te enseñase fotos...
- Ya lo hiciste una vez. Podías editar tu propio bestiario.- Nos reímos un rato. Isaac lo soltó, finalmente.
- Es la novia de Ródenas. Para que veas. Un angelito, igual que él.- Tenía que haberlo supuesto. Isaac siguió hablando. - ¿Ves como no tenías por qué decirle nada?. Son tal para cual.-
Me quedé un rato mirándolos, pensativo. Al final, se impuso lo evidente.
- Tienes razón.- Admití. -Pero no es justo.- Mi compañero me miró, sorprendido.
- ¿El qué no es justo?.-
- Pues... Ya que tuve que ver a Rodenas follándose a un tío, lo justo habría sido ver a su novia dándose el lote con otra tía, ¿no?.- Isaac se atragantó con su cerveza. Un poco más y se me muere allí mismo de la risa-
Vuestras historias, las de la mili, y los abuelos.....de lo mejor!!!.
ResponderEliminarY sí, como cambiamos, hace 30 años, tu padre te enviaba al estanco de la Luisi,(con dinero o a cuenta), y a tus 5 o 6 años te paseabas con el cartón de Ducados por el barrio, y tan normal!. 😂
No, no es justo ;-)
ResponderEliminarEnganchadísimo a tu blog.
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