Papichulo
Este año estoy de encargado (en funciones) de un módulo de respeto. En estos módulos, creo que ya os he hablado de ellos, se ubica a internos que muestran un perfil positivo. Ausencia de partes disciplinarios, buena actitud, facilidad de socialización... Esas cosas.
A cambio, disfrutan de mayor libertad (pueden permanecer en celda más tiempo sin obligación de bajar al patio, por ejemplo) y de la posibilidad de autogestionarse, hasta cierto punto, y de pasar su tiempo de condena de una forma más llevadera. Vaya, sin que el que tienes detrás en la cola de la comida te apuñale por no haberle dado un pitillo.
Para mí, como funcionario, es un chollo. No tengo que subir a las celdas a vigilar la apertura y el cierre a la mañana, mediodía y noche, por ejemplo. Más internos en sus celdas (si bien que de manera voluntaria) significa menos internos en el patio, o sea menos conflictos.
Y si además tienes un responsable de módulo, que es un interno nombrado por el Equipo Técnico de la prisión, competente, pues ya casi que 'apaga y vámonos'. Literalmente, podría apagar la luz de mi cabina y largarme al módulo de al lado a charlar sin miedo a que fuese a pasar algo. No lo hago porque tengo mentalidad de pobre, de que el dinero que se me paga lo tengo que ganar de alguna manera. Supongo que soy así de idiota.
Pero si sólo fuese un poco más listo, me iría al módulo de al lado. Porque tengo un responsable de módulo competente. Se llama Borja, alias 'Papichulo'. Es un cuarentón de modales suaves y pelo peinado con cera. Siempre viste unos vaqueros perfectamente planchados y de la longitud justa para mostrar unos mocasines hechos a mano y sólo un atisbo de calcetín. Completa su 'outfit' con polos caros, de manga corta en verano (los quince días que dura el verano en Teixeiro) o larga en invierno, época del año en que los complementa con lo que se ha venido en llamar un 'fachaleco'.
Impecable, a cualquier hora del día, y con una eterna carpeta bajo su axila izquierda en la que guarda listados de internos y actividades del módulo, su módulo. Porque es suyo, y los demás internos lo respetan. Borja tiene dinero, en la carcel y en la calle. Su tarjeta de peculio está siempre a tope. No le duele invitar a cafés, o a veces incluso a tabaco, para ganarse las voluntades por las buenas... Pero si las buenas no valen, su metro noventa y sus amigos, que los tiene, también saben ganarse el favor de los más reacios.
Borja viene de una familia con posibles, algo lo cual no deja de alardear siempre que se le presenta ocasión (pero con discrección, quizá alardear no sea el término correcto).
Y hoy se le ha presentado ocasión. Han venido a ver el módulo Roi y Mateo, dos chavales de prácticas. Así que he entrado con ellos hasta el 'Hall', donde ya 'Papuchi' nos ha salido al paso para interesarse por nuestra visita y, por supuesto, hacernos de 'cicerone'. Así, hemos visitado las celdas en general y la suya en particular, donde ha aprovechado para enseñarle a mis jóvenes compañeros sus fotos clavadas en el corcho de la pared. Concretamente está muy orgulloso de una en la que aparece sentado de forma casual en el capó de un Ferrari Módena. SU Ferrari Módena.
El asombro de Roi y Mateo le ha dado pie (eso buscaba) para contar, una vez más,sus penas. Principalmente cómo su familia se aprovechó de su confianza para usar sus negocios de casas de apuestas (legales) como blanqueaderos de dinero, y cómo él se tuvo que comer un marrón que no era suyo para evitar que su anciano padre entrase en prisión. Una tragedia griega.
Pero una tragedia griega que ya he escuchado en varias ocasiones. Y entre que no me apetece oírla de nuevo y que la burocracia me llama, decido abandonar la reunión y volver a mi cabina a a terminar tareas pendientes.
- Pero, don Jaime, quería enseñarles a sus compañeros los talleres...- Borja nos mira con una perfectamente fingida cara de desilusión.
- Bueno, pues enséñeselos. Por mí no hay problema.- Borja mira con ojis supuestamente suplicantes a los prácticos. Roi, el más joven de los dos, que de hecho es el más joven de los prácticos de esta promo y no aparenta más de veinte años, decide acompañarlo. Mateo prefiere venirse conmigo a la cabina y ver cómo se registran en el sistema informático las instancias que presentan los internos.
Así que nos dividimos, y Mateo y yo nos ponemos a lo nuestro. Pasados unos minutos, Mateo por fin suelta lo que le ronda la cabeza;
-¿Y le ha caído mucho?- Y sé por dónde va, pero siempre es bueno concretar para evitar malentendidos.
-¿ Mucho qué a quién?-
- Condena. A Papichulo. Por lo del fraude fiscal.-
- Ah, no. Por lo del fraude fiscal, si es que lo cometió, nada, en realidad. Cero años.- Mateo me mira con sorpresa, auténtica sorpresa.
- Pero, entonces...-
- Entonces, ¿Por qué está aquí?.- Mateo asiente en silencio. - Pues por follar con menores -
-Ostras.-
- Si. A ver, Mateo, esta gente miente más que habla. Y no te va a decir que usaba sus casas de apuestas para tomar contacto con chicos, adolescentes y casi niños. Que los invitaba a merendar, que les daba dinero para apostar en sus máquinas, que los llevaba al cine en su Ferrari... Y que del cine los llevaba al huerto. No te lo va a decir porque nunca, jamás un delincuente sexual te va a reconocer lo que ha hecho. Pero eso es lo que hacía. De hecho, vaya, el mote de 'Papichulo' no se lo pusieron aquí en el talego. Ya lo traía de fuera.- Mateo se queda en silencio, pensando en lo que acabo de descubrirle.
Entra Roi, con una sonrisa de oreja a oreja.
- ¿Que tal con 'Papichulo'?¿Te ha enseñado más fotos?-
- No, pero hemos estado hablando mucho. Somos del mismo barrio, me ha dicho que cuando salga en libertad espera verme por allí.-
- Bueno,- le dice Mateo- pero si te invita al cine mejor no se lo aceptes.- Y se ríe como un loco. Los dos lo hacemos.
Roi nos mira como si fuésemos gilipollas
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