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Fútbol y poesía.

  Primera hora de la mañana. Tras el desayuno, dos internos se acercan a la ventanilla. - Don Jaime, el educador nos ha organizado un partido de fútbol a las once y media. ¿Nos lo puede confirmar?.- Asiento en silencio y me acerco al teléfono. Hago una breve llamada y regreso a la ventanilla.  - Me dicen que si. A las once y media, contra el módulo 5.- Los internos se miran el uno al otro, con cara de no entender. Finalmente el más alto de los dos me pregunta de nuevo. - ¿Contra el 5? Pensábamos que era contra el 1-.    El módulo 5 es el módulo de deportes. En él hay internos, generalmente jóvenes, que muestran interés por mantenerse en forma, o en hacer méritos y acreditar buen comportamiento por medio de la práctica deportiva. Para ello se les conceden más horas en el polideportivo, el gimnasio del módulo está mejor equipado... También somos más estrictos en la vigilancia de sustancias prohibidas. Pero el fondo de la cuestión es que el módulo 5 tiene el mejor equipo de fútbol de la p

Asamblea

- Don Jaime, vamos a hacer la asamblea. ¿Va a asistir a ella?.-    Es una pregunta que no admite un 'no' por respuesta. Acudir a la asamblea no es obligatorio, pero es verdad que debería haber un funcionario en ella. Y, en vista de que el Educador del módulo, que es quien debería estar ahí, no ha hecho acto de presencia todavía, me parece que me ha tocado la china.  - Si, claro. Ahora voy.- No me tomo ni la molestia de fingir una sonrisa, lo tengo que confesar. Las nueve de la mañana y ya me toca hacer el trabajo de otro. Como para poner buena cara.   Me levanto de mi silla, me prendo un 'walkie' del  cinturón, y le pido a mi compañero de la botonera que me abra el portón de acceso al departamento. En la sala común, a la vez comedor y salón de actos, los casi setenta internos del módulo de respeto se distribuyen sentados en una especie de semicírculo ante los dos internos líderes del mismo. Saludamos a todos. Nos contesta un murmullo sostenido.  El interno responsable d

Paja mental

 Anochece. Rodando por el periférico de la ciudad, te diriges a tu trabajo. Te espera otra noche separando a la sociedad de aquellos que la amenazan.  La temperatura es dramáticamente alta para esta época del año. Es una tragedia, pero al menos eso te permite descapotar el coche y disfrutar de algo que los cincuenta no han podido arrebatarte aún; el pelo, y la sensación del aire tibio pasando entre él y alborotándolo. En el fondo, piensas, ir a trabajar así hasta tiene su puntito, y hasta reduces a noventa por la autovía para dilatar el momento. De repente, en kiss FM suena 'In the air tonight', de Phil Collins. Y por un instante, piensas que estás a dos filtros de Instagram de ser una escena de continuidad de 'Corrupción en Miami'.  Dos segundos después, te darías una colleja a tí mismo, por hortera.

Próspero año nuevo

 Cuando nos toca trabajar en nochevieja adelantamos un poco la hora de entrada. Treinta minutos, para ser precisos. A las 20:30 en vez de a las 21:00. La razón de ello es dar un poco más de tiempo a los salientes de tarde para reunirse con sus familias, puesto que en el fondo a los entrantes de servicio teóricamente ya se nos ha jodido la noche.  El caso es que a mi, aquel día poco me importó, porque la noche ya se me habia jodido fuese como fuese. Destinado como estaba en aquella prisión de La Mancha, a más de quinientos kilómetros de mi casa, aunque esa noche la hubiese librado no tenía ningún plan apetecible con el que adornarla. Eso y el hecho de figurar en el libro de servicios como encargado del módulo de ingresos, con menos de diez internos bajo mi custodia, me invitó a hacer de la necesidad virtud. Me llevé en la mochila tres botellas de vino y unos cuantos vasos de plástico y me propuse brindar por el nuevo año con la compañía más canalla que en mi vida había juntado. Y no es