Tremenda Torrija IV
Y ahí me había quedado yo, de encargado de la oficina de acceso. Por cachondo. No es que me importase demasiado. La oficina de acceso, un sábado por la mañana, es un lugar tan aburrido como cualquier otro, dentro de del catálogo de opciones de ocio que un Centro Penitenciario mediano te puede ofrecer. No hay 'tele', eso es verdad. Pero tienes que estar atento a quien entra y sale del módulo, y eso lo compensa un poco. Te mantiene alerta. A veces. La puerta de la dependencia se abrió de repente, y me despertó de sopetón. Me había quedado dormido, sin enterarme. Sentado. Al menos, pensé en un primer momento, llevaba puestas las gafas de sol. Lo mismo nadie se había dado cuenta. Crucé los dedos mentalmente antes de girarme, con la esperanza de que mi repentino visitante no fuese el Director o el Jefe de Servicios. Me dí la vuelta. No era ninguno de los dos. Ojalá lo hubiera sido. Era Martínez Alvero. Entró batiendo palmas , con bastante menos fuerza que entusiasm