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Mostrando entradas de diciembre, 2016

Malas noticias II

Picón Frutos se tomó bien lo de su abuelo, quizá porque no le quedaba más remedio. Siempre puede uno rebotarse, pero lo cierto es que en este caso le podría haber salido caro; Estar en el módulo de respeto es un privilegio difícil de ganar y fácil de perder. Y ponerse borde con un funcionario te quita puntos.   Porque en este hotel funciona todo a base de palo y zanahoria. No sólo con los internos, para que nos vamos a engañar. Hace unos años toda la plantilla sentía una viva ilusión por pasar la noche de reyes con sus hijos, disfrazarse de Baltasar y todo ese rollo. Desde que pagan un dinerillo extra por hacer esa guardia, ese entusiasmo se ha templado hasta el punto de que podríamos hacer nuestro propia cabalgata de funcionarios por el recinto. Entre los internos, la actitud que tomen ante su forzada estancia entre nosotros va a determinarlo prácticamente todo. Incluso la duración de la misma.   Y Picón Frutos había tomado el camino más inteligente. Portarse bien, conseguir una ce

Malas Noticias.

  Después de unos días de descanso, hoy he vuelto al trabajo. Me han puesto en un módulo en el que no trabajo nunca y que no sé como funciona, supongo que para mantenerme alerta. Y además, de encargado. Para mi que los de personal juegan al despiste. Así que me he personado en el módulo de Respeto. El módulo de Respeto se llama así porque... Bueno, ni idea. No se me ocurre ningún motivo por el que le hayan puesto ese nombre. Pero es que a mí al oír la palabra 'respeto' la imagen que me viene a la cabeza es un rapero negro y cargado de oro, con los brazos cruzados y mirándome como si me estuviera perdonando la vida.   Lo que sí que es cierto es que los módulos de respeto tienen un régimen de vida diferente al de los otros. Cuando te encierran en una cárcel, no sólo te quitan la libertad para salir al exterior. Una vez dentro, tus horarios y tu movimiento dentro del centro van a estar controlados en todo momento. A una hora determinada vas a tener que estar en el patio, a otra e

Compañeros de pabellón

 Ayer a la noche llegué a mi localidad de trabajo. En el piso compartido, Gerardo comía lentamente zanahorias mientras veía la tele en calzoncillos. Me habló largo y tendido de sus últimos escarceos sexuales.   Hoy a la mañana se fué a trabajar. Cuando me disponía a hacerme la comida, me di cuenta de que el lavabo estaba atascado. He tenido que cocinar mientras limpiaba unas cañerías que llevaban sin tocar 20 años. Ha sid o asqueroso, y se me ha quitado el hambre, con lo que he cocinado para nada. Y he desatascado el lavabo innecesariamente, porque no hay vajilla que limpiar. Gerardo ayer prefirió contarme a quién se ha follado, y como, en vez de avisarme de lo del lavadero.Yo hubiera preferido que me avisara de la avería antes que enterarme de que ayer se la chuparon en un portal. Inequívocamente, el sigue siendo un macho alfa y yo me estoy marujizando.

Vuelve, a casa vuelve...

Desde hace años no se convocan concursos de traslado. Muchos compañeros y yo llevamos años, incluso décadas, lejos de nuestras familias esperando que suene la flauta y podamos solicitar un cambio de destino. Hoy vuelvo a estar en el tren de camino a casa. En las pantallas, empieza la película. El título está escrito en inglés, los actores son americanos. Un cincuentón completamente rapado y perfumado como una profesional del sexo me pregunta si quiero auriculares con una tímida sonrisa, mientras me mira fijamente a los ojos y parpadea varias veces con la velocidad del aleteo de un colibrí. Esto mismo me lo hace Olivia Wilde y me tengo que ir a la maleta a por una muda, pero un calvo talludito... No. Al menos, hoy no. El caso es que da la impresión de que el que coja los cascos es de gran importancia para el, así que, en parte por no hacerle un feo, y en parte porque parece que, por fin, RENFE no va a flagelar mis sentidos con otra película francesa, acerco mi mano muuy lentamente a la

Juego de rol

  Nuestra pequeña sociedad no es tan diferente de muchas otras que hay en el exterior. Pero es un ambiente muy cerrado, y como en todos los ambientes cerrados, al principio cuesta hacerse un hueco. Entre otras cosas, porque no sabes que huecos hay, y cuál es el adecuado para ti. Muchos dirán que, vaya, en pocos sitios tu rol está más claro: Eres el guardia, bobo. El puto carcelero. Llevas el uniforme y la porra (en realidad no llevamos porra, pero eso la mayoría de la gente no lo sabe), y además pocos personajes hay tan planos como el de un funcionario de prisiones. Al menos si atendemos al cine: Un tipo con cara de malo, que abre y cierra puertas mientras los personajes interesantes, que son el delincuente malvado pero carismático y el detective brillante pero atormentado, se lanzan pullas con segunda intención a ambos lados de la mesa de la sala de comunicaciones (Un apunte: en todos estos años de servicio, he tenido el gusto de encontrarme con tantos delincuentes carismáticos como d

La cúpula del trueno

Es festivo, y además llueve. Estas dos circunstancias ralentizan el pulso de la prisión hasta casi detenerlo. Sentado en la botonera de Jefatura, controlo las compuertas que conectan entre sí todos los módulos del edificio. Para ir de uno a otro, tienes que pasar obligatoriamente por aquí, y yo debo abrirte. En dos horas, solo ha pasado un funcionario a buscar un café en el economato, y a medio camino se dio cuenta de que, evidentemente, estaba cerrado. Y se volvió por donde había venido negando con la cabeza. A mi lado Hilario, el Jefe de Centro, aprovecha la tregua para poner al día en su ordenador el listado de internos por módulo y la celda en la que duerme cada uno. Bostezo por enésima vez. Hilario me mira y, supongo que para entretenerme, me señala su pantalla. - Mira este. ¿A que no sabes lo que hizo?.- En la pantalla, la ficha penitenciaria de un hombre oriental. Su nombre son tres monosílabos que parecen onomanopeyas de un cómic. Debe ser vietnamita o algo así. Recuerdo

Tareas de rutina II: Sospechosos habituales

El caso es que aquel día, a media mañana, el Director me pilló por banda y no conseguí escaparme a tiempo. Supongo que girar 180 grados mientras silbas sin que la cosa se note forzada no es tan fácil como parece. - ¡Eh, chaval!- Eh, chaval, me dijo el tipo. Tienes a cuatro funcionarios mal contados a tus órdenes y no te sabes ni sus putos nombres. Pensé en preguntarle cómo quería el café, que en mi manual de protocolo es la contestación oportuna a la interpelación ¡Eh, chaval!, pero el tipo venía acompañado, y me corté un poco.  Su acompañante era un fornido sargento de la Guardia Civil de unos cincuenta años, que movía la cabeza a un lado y a otro con unos giros de cuello dignos de un pavo intentando esquivar la cuchilla el día de Nochebuena. Estaba nervioso, porque supongo que era la primera vez que visitaba el interior del Ritz, y de vez en cuando echaba involuntariamente la mano a la pistolera. El hecho de encontrarla vacía (porque dentro de prisión las armas de fuego están prohi

Tareas de Rutina

Trabajo en un Centro penitenciario de tamaño mediano. Antes de trabajar aquí estuve destinado, entre otras, en una cárcel pequeñita de una isla minúscula, por ahí en el quinto pino. Alguno de mis compañeros, que no han tenido el dudoso placer de compartir esta experiencia, se frotan las manos ante la perspectiva de un destino en un lugar así. - Setenta y cinco internos, como mucho, - dicen - ¡Eso tiene que ser una guardería!-  Pues mis cojones treinta y tres, digo yo. Precisamente, cuanto mayor es el Centro más funcionarios hay, y más especializados están los destinos. De manera que, si por ejemplo llegas un día a trabajar y te toca estar en el patio de un módulo, tienes todas las papeletas de empezar y acabar la jornada sin moverte de ahí. En una cárcel pequeña, ya de entrada te va a tocar estar en tres patios a la vez, todo ello mientras mueves a la cuadrilla de albañiles (siempre hay una currando, o haciendo como que, en todas las cárceles de España), ir a cachear al novio de algu

'Nom de guerre'

Nos gusta ponernos apodos. A los periodistas les encanta poner alias a los delincuentes, de hecho parece que el que un medio de comunicación le bautice por segunda vez es lo que diferencia a un chorizo de medio pelo, de un fuera de la ley en toda regla. Pero esto son cosas de los periodistas. El alias vende. Cuando entré en este negocio venía con ideas preconcebidas, como no podría ser de otra manera. Y esperaba encontrarme en los patios con un festival de 'Chinos', 'Richards','Fitipaldis' y 'Pinflois' entre otros. No es así. Los internos no son ni más ni menos dados que el resto de personas a ponerse apodos, y muchas veces un interno tiene varios. O ninguno, o le cambian la nomenclatura al trasladarse de 'talego'. Como nos pasa a todos, no nos llaman igual los amigos que los compañeros de trabajo, o la familia. Donde sí hay una afición desmedida a los apodos imaginativos es entre nosotros, los funcionarios. Mas allá de que tengamos un sentido

Deformación profesional II

  Este trabajo te acaba haciendo cambiar, supongo que como todos. Hay cambios de los que tú mismo te das cuenta y pasan desapercibidos a los demás. Desde hace tiempo ya no me gusta ir a conciertos. Pensé que era porque me estaba haciendo mayor, y la perspectiva de estar en un entorno ruidoso y atestado de gente había dejado de resultarme atractiva.   Un día, en una actuación del grupo de musical de un amigo, me sorprendí a mi mismo memorizando las salidas de emergencia. También me di cuenta de que llevaba media hora sin despegar la espalda de la pared, y sumando o restando mentalmente a los clientes que entraban y salían del local. Ahora mismo, en esta cafetería desde la que escribo, hay dos camareras y once clientes. No he tenido que contarlos ahora, lo hice al entrar al local. Todos están solos, menos cuatro magrebíes que hablan entre ellos. Me gustaría saber árabe para pillarlos por sorpresa. Algo traman.  No creo que este nivel de paranoia tenga que ver con la edad. No todo al m

Deformación profesional

   María y yo caminábamos agarrados del brazo por el parque del auditorio. Su mano se crispó de repente, pellizcándome un poco. La miré sorprendido. Tenía los ojos muy abiertos y fijos en un punto frente a nosotros. En el sendero, unos metros por delante, un yonqui avanzaba en nuestra dirección. Yo lo había visto ya hacía un momento, pero no le había dado importancia. El yonqui siguió arrastrando los pies en el mejor estilo de un extra de 'The Walking Dead', y cuando estaba a un par de metros de nosotros, levantó lentamente la mano derecha. La miré. No había nada en ella, y al subir mi vista hacia sus ojos  no vi más que la expresión de miedo y tristeza del que se ha llevado tantos palos en la vida cuando ha pedido algo que ya no tiene ánimo ni para hablar.     -¿Que pasa, machote?- Le espeté con una sonrisa, sin dejarle ni hablar a pesar de que ya había empezado a abrir la boca. -¿Quieres una moneda para el bus?-.  Sorprendido, asintió con la cabeza sin acertar a cerrar la

Jugando al ahorcado II

Cuelgo la chaqueta en el perchero y, con una revista bajo el brazo y la llave del baño en la mano, me dispongo a salir de mi oficina. Mi compañero me pregunta a donde voy. No sé que será menos violento, si decírselo de viva voz o hacerle un dibujo.   En ese momento, suena la alarma de una de las celdas del módulo de aislamiento. El baño tendrá que esperar. Hilario -el Jefe de Centro-,  y yo nos ponemos en marcha. En menos de un minuto estamos allí, entramos por el pasillo de celdas y, al lado de la puerta abierta de una de ellas, vemos a Gerardo, el funcionario Encargado del Módulo. Está apoyando la espalda contra la pared, y se tapa la mano con la boca para intentar disimular sus carcajadas. De momento no ha tenido mucho éxito en ello, y la voz que pide ayuda  desde la celda abierta a su lado suena a la vez suplicante y ofendida.  Nos asomamos a la estancia. Villaza está de pie, y de su cuello cuelgan unos cordones blancos, anudados a la reja de la ventana. Inteligente. Primera reg

Jugando al ahorcado I

  Villaza era como un niño, y pocas cosas le sientan peor a un niño que las burlas de sus compañeros de patio. Mientras le curaban la nariz, Villaza no pudo dejar de oír desde la enfermería las risas de los otros internos, y eso le dolió. Iba a decir que le dolió más que lo de la nariz, pero no creo. Eso debió doler ya lo suyo. Si lo hubiésemos soltado de nuevo al patio, sin duda habríamos tenido lío otra vez. En estos casos, normalmente lo que hacemos es cambiar al interno a otro módulo donde no tenga enemigos, pero Villaza ya había estado en todos nuestros módulos y en todos, como la Sanmiguel, había triunfado.  Así que hicimos lo habitual en estos casos; Pasamos a Villaza en artículo 75.1 al módulo de aislamiento, él solito en una celda y con un mínimo de contacto con otros internos. A ver si no nos la liaba, y en pocos días la Dirección General nos autorizaba a trasladarlo a otro Centro Penitenciario. Porque así es como funcionamos, por si no lo sabéis. Cuando un interno no se ad