El sustituto II
La interrupción disgustó a Eulogio. Todas las interrupciones lo disgustaban, igual que lo disgustaba el futuro, y varias cosas más. Pero esa interrupción lo disgustó especialmente. Por la puerta entró Aquilino, el Subdirector de Tratamiento. Otro 'joven advenedizo', a su modo de ver, y eso a pesar de que Aquilino ya pasaba de los cuarenta. Un advenedizo, además, que unía a esta poco deseable característica la de haber entrado en Instituciones Penitenciarias directamente como psicólogo -sin haber, por tanto, pisado nunca un patio ni vestido el uniforme del Cuerpo- y, sobre todo, la de ser el superior inmediato de Eulogio. Eulogio lo despreciaba profundamente, y si ese desprecio no era correspondido en la misma medida se debía simplemente a que, como suele pasar entre mandos y subordinados, los primeros suelen pasar bastante de los segundos. Y no venía sólo. Tras él entró un chaval , que ni siquiera alcanzaba la categoría de advenedizo. Eso era un puto 'hippie'.