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Mostrando entradas de octubre, 2018

Hotelito III

   El interno, o quizá debería decir el aspirante a interno - que ya son ganas de aspirar a algo- se explayó en su relato. La semana le había cundido, era de justicia reconocerlo, y sin llegar a haber cometido ningún delito (o sí, pero se cuidó mucho de contarlo) había hecho más en siete días de vorágine que lo que muchos hacen en una vida de contención. O incluso en una vida de moderados excesos.   A pesar de llevar un tiempo conviviendo con el mundo de las drogas, aquella mañana conocí la existencia de un par de sustancias alteradoras de la percepción que me eran completamente ajenas, y otros dos o tres usos nuevos para otras que ya conocía. También descubrí un par de prácticas sexuales aberrantes que no me habría importado seguir ignorando, y una que me hizo bastante gracia. Pero este no es el momento de compartir ninguna de ellas. Quizá nunca lo sea.  Jorge seguía sentado ante él, asintiendo impávido con la cabeza sin parecer prestar atención como lo haría un psicoanalista barato

Hotelito II

  En la oficina de Jefatura Jorge, el Jefe de Servicios de guardia aquel sábado, mascaba con desgana un bocado de fiambre de pavo mientras miraba el tarro de queso 0% con el que lo estaba acompañando. La dieta estaba acabando con sus kilos y con su ánimo de vivir al mismo tiempo, y por una vez, quizá la primera en su vida, no le molestó que el teléfono interrumpiera su almuerzo.  Me escuchó, me dijo que salía en cinco minutos a hacerse cargo del problema, y colgó. Luego volvió a contemplar los manjares que el doctor Dukan había tenido a bien permitirle consumir, y no tardó en decidirse. A tomar por culo el almuerzo. Hizo un par de llamadas telefónicas, guardó la comida -'Si es que a esto se le puede llamar comida', pensó- en la neverita del despacho, y salió a puerta.   Abrí la puerta electrónica de acceso a la cabina de rastrillo pulsando el botón correspondiente, y Jorge entró en el habitáculo. Fue al grano.            - Bueno, ¿que pasa aquí?.-            - Pues que

Hotelito I

  Era fin de semana, y yo tenía servicio en la puerta principal.    La puerta principal suele ser, seamos francos, un coñazo. Tienes que abrir a todo el que entra y quiere pasar al interior, claro. Pero también a los que quieren pasar a oficinas. Y a los que salen de oficinas y pasan a interior. O salen a tomar un café a media mañana, que es donde cobra su sentido la parte de 'funcionario' en lo de 'funcionario de prisiones'. Pero no es sólo darle al botón de apertura, en plan 'jornada de puertas abiertas'. A toda esa gente la tienes que identificar, que en realidad es para lo que estás ahí.    A muchos ya los conoces, porque son tus compañeros. Pero a otros no, porque son proveedores, o gente que viene temporalmente a impartir cursillos. O son compañeros a los que no conoces, que también puede pasar. Yo, que soy funcionario del servicio interior, a la mitad  de los de oficinas no los he visto en mi vida. Y los funcionarios de oficinas son muy suyos, y a vece