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Mostrando entradas de septiembre, 2018

Maltrato Psicológico II

Raúl hizo una pausa, para añadir dramatismo a la cosa, y lo soltó:  - Maltrato psicológico.- Me dejó mudo (ja,ja). La verdad es que... Bueno, que era uno de las últimos delitos que tenía en mi lista. El maltrato psicológico no es algo que se castigue habitualmente, aunque solo sea porque no es fácil de demostrar. No he coincidido con demasiados condenados por ello. Y desde luego, este tipo no me daba el perfil. Miré hacia donde estaba la última vez, pero aparté la vista de inmediato. Seguía ahí, exactamente en la misma postura. Mirándome fijamente.  Orienté mi cuerpo hacia el de Raúl, en parte porque era con él con quien estaba hablando, y en parte también para intentar no pensar en que el interno, el maltratador psicológico, me estaba mirando. No pude, sentía sus ojos clavados en mi espalda como si pesaran.  - ¿Maltrato psicológico? No me jodas...  - O sea, ya me sorprendía que aquel tipo, Harpo, hubiera sido capaz de encontrar una persona dispuesta a compartir su vida, de enveje

Maltrato psicológico

    Eran ya casi las doce de la mañana, y el sol pegaba de lleno contra el cristal de la cabina de funcionarios. Por suerte, unos años atrás, un compañero se había hecho con unos rollos de vinilo para tintar cristales.  En principio era para tunear coches, pero lo del  'tuning' estaba de capa caída, coincidiendo con la crisis del sector de la construcción. Ya no había hordas de Yerais  levantando muros a destajo y dispuestos a gastarse el salario en maquear el A3 para impresionar a la Yenni o la Yurena de turno, y el taller mecánico del polígono industrial cercano al Centro Penitenciario estaba deseando deshacerse de un material al que cada vez le veía menos salida. Así que un compañero, uno al que nunca se lo podremos agradecer bastante, tuvo la iniciativa de comprar todos aquellos metros de vinilo por su cuenta, y convenció al subdirector de seguridad de instalarlos en los cristales de nuestras cabinas.  Al principio, no lo voy a negar, se veían raras. Desde fuera, es de

Sin vicio no puedo estar

  El verano había tardado en llegar, pero se diría que lo que había estado haciendo era coger impulso para quedarse más tiempo. Yo tenía la esperanza de que, al volver de vacaciones, lo peor del calor ya habría pasado. Y que no tendría que sudar la gota gorda cacheando sucias celdas mal ventiladas, ni que dar vueltas en la cama buscando que la tenue brisa que se pudiese colar por la ventana  de mi habitación  me secase el cuerpo. Esperaba en vano, claro.  Porque las cárceles nuevas se construyen en sitios donde el terreno vale poco o nada. Lugares donde hace mucho frío, o mucho calor. O ambas cosas. O que quedan en el quinto pino.  Y esta es una cárcel nueva, y en este secarral donde está situada hace mucho calor en verano y mucho frío en invierno. Y queda en el quinto pino. Y como en este terreno yermo no se dan bien ni las piedras, a la SGIP le salió muy barato comprarlo y construir este centro. Y si eso supone mandar a los funcionarios a algo que casi se podría considerar el de