Narco XIII
Jaramillo pasó casi toda la noche sin dormir, entregado a su misión. Rasgó un par de sábanas en tiras finas, sin que el ruido que produjo pareciese importunar en la más mínimo a su hierático compañero de celda. El Mahou permaneció sentado al borde de su cama, en lo que era su posición de día, hasta la una de la madrugada aproximadamente. A esa hora, Jaramillo se tomó una pausa para ir al servicio, y al volver se lo encontró ya tumbado en la cama y con los ojos abiertos. Su posición de noche. Una vez hubo rasgado las sábanas en tilas longitudinales de unos cinco centímetros de ancho, procedió a trenzarlas. Había aprendido a hacerlo peinando a su novia en Cali, Martiza... Que posiblemente ya no lo sería, después de tanto tiempo sin saber de él, pensó, y se sorprendió de no albergar ningún tipo de sentimiento ante la idea. Ni tristeza, ni dolor. La cárcel y sus peligros ocupaban su mente por completo desde hacía semanas, y Jaramillo notó que, poco a poco, el talego se estaba int