Hotelito III
El interno, o quizá debería decir el aspirante a interno - que ya son ganas de aspirar a algo- se explayó en su relato. La semana le había cundido, era de justicia reconocerlo, y sin llegar a haber cometido ningún delito (o sí, pero se cuidó mucho de contarlo) había hecho más en siete días de vorágine que lo que muchos hacen en una vida de contención. O incluso en una vida de moderados excesos. A pesar de llevar un tiempo conviviendo con el mundo de las drogas, aquella mañana conocí la existencia de un par de sustancias alteradoras de la percepción que me eran completamente ajenas, y otros dos o tres usos nuevos para otras que ya conocía. También descubrí un par de prácticas sexuales aberrantes que no me habría importado seguir ignorando, y una que me hizo bastante gracia. Pero este no es el momento de compartir ninguna de ellas. Quizá nunca lo sea. Jorge seguía sentado ante él, asintiendo impávido con la cabeza sin parecer prestar atención como lo haría un psicoanalista barato