Narco III
El centro penitenciario que la Dirección General había elegido para que Jaramillo purgase su pena era uno de los más antiguos de España, y lo parecía. Puede que aquel de la sierra de Madrid donde había pasado su tiempo de prisión preventiva no fuese bonito, que desde luego no lo era. Pero al menos era moderno, y los arquitectos que lo habían diseñado habían conseguido su objetivo. Era aséptico e impersonal. Aburrido y feo. Y a la vez, y quizá por los mismos motivos, resultaba poco intimidatorio. Pero claro, esa era una cárcel del siglo veintiuno. Si se hacía un esfuerzo para dejar de ver las rejas de las ventanas y las concertinas que bordeaban los tejados, casi parecía un enorme colegio. Pero en el siglo veintiuno quizá se intente que las cárceles no parezcan cárceles. A finales del diecinueve, que era la época en la que se había proyectado aquel lugar al pie de la cordillera Cantábrica, los objetivos eran otros muy diferentes. Y aquello parecía una cárcel, vaya que si lo parecía