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Mostrando entradas de junio, 2017

Ola de calor II

 Raúl se puso en pie, por enésima vez, pero en esta ocasión giró a la izquierda, hacia la puerta de nuestra cabina, y la abrió. Los cuarenta y pico grados de temperatura del aire exterior le golpearon en la cara, y hasta yo mismo pude sentir la oleada de calor. Igual que cuando abres un horno para comprobar si el asado está listo. Raúl achinó los ojos, se puso las gafas de sol, y salió, cerrando la puerta tras de sí.   Desde la cabina le vi atravesar con determinación el patio de cemento hasta la pared que estaba justo frente a nosotros, a algo más de treinta metros. Allí, en esa pared, una ventana enrejada hacía las veces de ventanilla de despacho del economato. Pude ver a Raúl golpeando la portezuela metálica que la cerraba. Nadie abrió y, pasados unos instantes, Raúl giró sobre sus talones para dar media vuelta y volver la cabina de funcionarios. A mitad de camino, sin embargo, pareció dudar, y acabó por dirigir sus pasos hacia donde Mari tomaba el sol, tumbado en su toalla.  No

Ola de Calor

 Raúl no podía quedarse quieto. Se sentaba, aguantaba diez segundos, se volvía a levantar. Caminaba hasta el fondo de la cabina de vigilancia. Se detenía ante la puerta que daba acceso al campo de fútbol de la prisión, y volvía otra vez hasta su silla. Estaba muy nervioso, y me estaba empezando a poner nervioso a mí, su compañero aquel día en la vigilancia del módulo cinco.  Procuré concentrarme en la lectura del periódico, a ver si así evitaba alterarme yo también, pero no era posible. El 'ABC' me estaba cabreando más aún, lo cual es algo bastante habitual. Así que decidí darle a Raúl algo de conversación, un poco de charla amable, a ver si así distendíamos el ambiente.  -¿Y a tí qué cojones te pasa?- Pregunté tan pronto se sentó a mi lado por enésima vez.  - Que estoy dejando de fumar.- Me respondió, con los ojos fijos en el patio. - Y estoy que no cago.-  Eso saltaba a la vista, pensé. Raúl se volvió a levantar, caminó los seis metros que había hasta el fondo de la ha

El profesional II

 Miré a mi alrededor. Los internos parecían a punto de empezar una pelea multitudinaria, pero eso era más apariencia que realidad. En cuanto entré, los gritos y los ánimos habían calmado bastante, y se habían hecho un tenso silencio. Todos me miraban, expectantes. Y un interno a mi derecha se dirigió a mí, mientras señalaba con desprecio a Ercilla.   - Señor funcionario, llévese a este tío, que la está liando sin venir a cuento.-  Miré a Ercilla a los ojos. Respiraba entrecortadamente, y su pecho subía y bajaba haciendo que el banco que aún sujetaba por encima de su cabeza, que por cierto debía pesar no menos de treinta kilos, amenazara con caerse en cualquier momento. Lo primero era lo primero.  - Ercilla, suelta el banco. Por favor.- Ercilla me miró, no sé si con sorpresa o simplemente saliendo de su estupor. No dijo nada.   - Ercilla,- repetí con voz un poco más firme -suelta el banco. Ercilla abrió la boca para decir algo, pero no le dejé. -Dime lo que quieras, pero baja prime